7LR (Siete lágrimas rojas), de Juan Miguel de los Ríos

472 páginas

Novela autopublicada

A pocos días de que comience la Semana Santa en Málaga, la Virgen del Rosario, en la parroquia de la barriada malagueña de El Palo, amanece llorando sangre. Horas después, la Virgen de los Remedios, en la iglesia de los Mártires, y la Virgen de la Expiración, en la parroquia de San Pedro, repiten el supuesto milagro. En los cinco días siguientes tres imágenes más aparecerán con el rostro maculado de sangre: la Virgen de la Amargura en la ermita de Zamarrilla, María Santísima de la O en la iglesia de los Mártires, y la Virgen de la Esperanza en su basílica, junto al cauce del río Guadalmedina. El Vaticano enviará a uno de sus hombres en la sombra: un jesuitamalagueño llamado Elías que lleva 30 años sin regresar a su ciudad huyendo de unos sucesos terribles que vivió en su adolescencia. A sus investigaciones se unirán el singular comisario Javier López y una periodista local: Micaela, muy avezada en los reportajes de investigación.

Cuando tuve la suerte de ganar esta novela, allá por noviembre del año pasado, en el blog de Mª Ángeles, no me imaginaba, ni de lejos, la historia que llevaba dentro. Es verdad que no soy dada a leer sinopsis y las reseñas de libros que no conozco y me podrían apetecer leer las leo por encima porque, aunque me aseguren que no hay spoilers, siempre hay detalles que prefiero no conocer antes de leer. De hecho, os he puesto la mitad de la sinopsis que aparece junto a este libro porque me parece que cuenta algunos detalles que es mejor descubrir sin esperar.

No tiene que ser una sorpresa que un lector, juntando detalles que recibe antes de leer, piense que está frente a una historia de investigación e intriga mezclada con conspiraciones eclesiásticas y demás temas que nos acercarían más a El Código Da Vinci o historias similares. Para bien o para mal, depende un poco de lo que te guste, esto no se ajusta a la historia que Juan Miguel ha creado.

Si os apetece que os ponga en antecedentes, os diré que la historia gira en torno a la aparición de unas lágrimas rojas (como si fueran sangre) en diferentes imágenes de la ciudad de Málaga un poco antes de Semana Santa y todo lo que esto conlleva, en torno al enviado especial del Vaticano encargado de esta investigación, que tiene una relación personal con la ciudad de Málaga en su pasado, y a todo lo que van descubriendo paso a paso, como migajas de pan que un Pulgarcito ha ido dejando para marcar el camino. 

Es una novela que promete intriga y aventuras, y te las da, aderezadas con historia, pasado, desesperación, amistad, pensamientos y el objetivo de una vida. Me ha gustado, y mucho, aunque me tenía algo desubicada con esa situación caótica en la ciudad, casi apocalíptica. La mezcla extraña que nos trae, porque te esperas, como ya os he dicho, intrigas eclesiásticas y secretos legendarios mientras lo que te encuentras es un texto algo más intimista y vital, es en parte lo mejor que tiene, al menos para mí. Hay lugar hasta para cierto humor, de la mano del inspector, que funciona como personaje seguro, firme y de apoyo necesario para acompañar a los verdaderos protagonistas. En resumen, ha sido una lectura muy interesante.

No sería sincera si no os dijera que al principio me costó disfrutar algo más de lo habitual (quien dice principio dice casi el primer tercio). Es verdad que no me importa que jueguen con el hilo narrativo de una historia pero si tardo más de lo que me gustaría en encontrar sentido a lo que leo puede que me canse un poco. Para mí, esta historia, en el momento en el que descubrimos que existe un camino, se vuelve mucho más dinámica, entretenida y se convierte en una de esas novelas que tienes que seguir leyendo sí o sí. Además, a mí me encanta cuando me traen realidad novelada, cuando me enseñan partes de la historia que desconocía debido a mis muchas carencias; y si esto incluye un relato de personas, desencuentros, momentos, decisiones y consecuencias, en un pasado, bien sea cercano o lejano, ya me has ganado.

Me ha sorprendido encontrarme a Málaga casi como el personaje principal de la novela, y al homenaje que el autor escribe sobre su gente, sus calles, sus ideas, su historia y su alma, porque los lugares tienen alma, y sufren, y lloran, y ríen, y viven. Al no conocer Málaga personalmente (fallo mío) puede que me llegase a perder en sus calles, con tanta descripción, con tantas referencias a lugares que por desconocimiento no llegaba a centrar en mi escenario mental. Puede que todo esto ayudara a esa falta de ubicación que os he nombrado antes. En algún momento, aunque pequeño, he tenido la sensación de que la novela no estaba dirigida a mí sino a otra persona, más autóctona. Sin embargo, por otro lado, me han entrado unas ganas enorme de poner a Málaga entre los futuros destinos para unas mini-vacaciones familiares.

Un punto (o dos, o tres, o más) por esa manera tan particular de escribir de Juan Miguel, porque te acerca a los personajes, porque establece una conexión con ellos, porque te los hace más reales, más de carne y hueso, y eso que me ha parecido que algunos estaban llevados un poco al extremo, lo que concuerda con ese escenario apocalíptico creado. 

**Por cierto, Juan Miguel, he tenido la sensación de que esa carta también iba dirigida a mí, al lector, como testigo de todo; he llorado cada una de esas lágrimas, que me han acercado a él; he disfrutado de esta aventura; me he perdido en algún momento; y he deseado que las cosas hubieran sido de otra manera, no para la novela, sino para ellos, Ernesto e Inés. Gracias por hacerme partícipe de su historia.** 

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