Una historia de amor y oscuridad, de Amos Oz

704 páginas
Publicado por Siruela
ISBN:9788416280391
Edición:1ª, 2015
Amor y oscuridad son las dos fuerzas que recorren la conmovedora autobiografía novelada de Amos Oz, publicada por vez primera en hebreo en 2002. El autor narra su infancia y adolescencia en los años cuarenta y cincuenta, en Jerusalén y en el kibutz de Hulda, marcados por la trágica existencia de sus padres: Yehuda, un estricto bibliotecario, y Fania, una mujer culta, romántica y soñadora. Atrapado entre ellos, el futuro escritor es un niño que soporta sobre sus frágiles hombros la pesada herencia de sus singulares antepasados y asiste atónito a los grandes cambios que marcarán su vida y la de su incipiente nación. La narración de Una historia de amor y oscuridad oscila hacia delante y hacia atrás en el tiempo y refleja más de cien años de historia familiar, cuatro generaciones de soñadores, estudiosos, poetas egocéntricos y ovejas negras, que desde Vilna y Odesa, a través de Polonia y Praga, llegaron a Israel.

Por esta vez os pido encarecidamente que leáis la sinopsis que la editorial nos propone porque resume perfectamente el contenido del libro, mucho mejor de lo que podría hacerlo yo. Una autobiografía que, aunque nos dicen novelada, para mí se acerca más a la línea de ensayo novelado, sobre una parte de la vida del autor, sus recuerdos, las personas con las que creció y todo lo que eso supuso en él. Es un texto que en conjunto nos trae su infancia, sobre todo, y parte de su adolescencia, y cómo era la vida con sus padres, entre esas cuatro pareces, en Palestina, años 50, con musulmanes y judíos, en ese bajo oscuro en el que vivía, rodeado de tanta literatura, tragedia, pérdida y todas las miserias que constituyen el devenir de su familia desde, incluso, el siglo XIX hasta la constitución del Estado de Israel. Cuando lo terminas de leer te das cuenta de que el autor ha sentido la necesidad imperiosa de poner por escrito una parte de su vida que había apartado en su madurez pero que es esencial para entenderle a él, como persona, y a sus libros como expresión de sí mismo. Estoy convencida de que a un lector de la literatura de Amos Oz este libro tiene que haber explicado muchas cosas sobre el porqué de sus historias, poemas y relatos.

Pero no solo huí de eso: la asfixiante vida de sótano entre mi madre y mi padre, y entre ellos y la multitud de libros, las pretensiones, la ahogada y negada nostalgia de Rovno y Vilna, de una Europa materializada en nuestra casa en un carrito negro de té y unas servilletas de batista blanca, la carga de la destrucción de la vida de él y la herida del fracaso de la vida de ella, aquellas caídas que sin necesidad de palabras se me había encargado transformar a su debido tiempo en victorias, todo eso me desquiciaba hasta el punto de querer escapar.

Sé que el libro es largo, y se te hace más largo todavía cuando lo estás leyendo; sé que el texto es complicado, arduo, a veces repetitivo, completo, con muchos giros, con saltos temporales; sé que cuesta asimilar parte de lo que nos cuenta el autor sobre su vida o la de los que influyeron en ella; soy consciente de todo ello, pero ha sido tan increíble leer este libro tan personal, tan cierto, tan real y claro, y tan íntimo, que es imposible para mí no considerarlo una de mis mejores lecturas del año. Se me ha metido dentro, me ha hecho pensar, comprender, volver a pensar, sentir, maldecir, reír incluso, y eso que el tema tratado (temas, más bien) no es nada fácil de leer. 

Al final de todo, el viaje realizado con él desde la vida de sus abuelos, en Polonia y en Lituania, hasta su vida en el kibutz, siempre a modo de recuerdos pincelados en una hoja, es la forma que tiene Amos Oz de escribir una época oscura para él (sorprende que haya estado más de 40 años sin hablar de su madre) y darle la importancia y, en cierta manera, el amor que se merece.

Una de las cosas que más me ha impactado es ver que todo el texto está como abarrotado, casi redactado por un niño, o por un adulto desde los recuerdos de un niño, por ese caos en la narración; pero lo que consigue transmitirte es ese sentido de multitud a pesar de estar él solo con sus padres, y luego él solo en el kibutz, y esa sensación de familia agobiante, de libros, de intelectuales, de pensamientos y de palabras, muchas palabras, muchísimas palabras. Todo son palabras para expresar, para transmitir o dibujar lo que era el mundo de Amos entonces, con seis, ocho, diez o doce años.

Maravilloso leer sobre su escuela, la relación con otros niños, las tardes en casa, su maestra, las calles, su amor desmedido por la lectura, sus batallas imaginativas, las historias de su madre, la guerra árabe-israelí, la proclamación del Estado de Israel, Joseph Klausner, Yosef Agnón (premio nobel de literatura), la enfermedad de su madre, la manera de su padre de enfrentarse a los problemas, la muerte, la lucha de su abuela paterna por los gérmenes, el amor de su abuelo paterno por las mujeres, el bueno de su abuelo materno, sus tías y esas increíbles cartas que comparte con nosotros... y cómo quiere apartar toda creación literaria de él para separarse más de lo que conoce, por rebeldía o enfado hacia lo que la vida le ha dado... 

Mientras lo leía era consciente de que me provocaba sensaciones muy diferentes. 

Tiene partes que me resultaban un poco aburridas o, más que aburridas, su lectura me parecía como una cuesta arriba que tenía que encarar para poder llegar a la cima, lo que hacía todo mucho más lento y pesado de lo que me esperaba, sobre todo en momentos en los que notaba mi falta de conocimiento en literatura hebrea del siglo XX. Hay cierto aporte filosófico en relación a movimientos sinoistas, que forman parte de la educación y la herencia de su familia,  a su famoso tío Joseph Klausner, o a las personas con la que sus padres se relacionaban, intelectuales de esa época, en Jerusalén, que habían sido exiliados de otros países. Ellos no utilizan el término exiliar realmente, sino más como el regreso a su patria, a Jerusalén.

Alguien que es capaz de crear una nueva palabra y hacer que se integre en el sistema circulatorio de la lengua me parece que solo está un poco por debajo del creador de la luz y las tinieblas: si uno escribe un libro puede tener la fortuna de que la gente lo lea durante un tiempo, hasta que aparezcan otros libros mejores y ocupen su lugar, pero engendrar una nueva palabra es como tocar la eternidad
(esto lo expresa Amos Oz sobre su tío abuelo Joseph Klausner)

Pero luego, de pronto, la narración en algunos momentos, y solo por el mero hecho de juntar de esa increíble manera una palabra tras otra, ya te devuelve la confianza en esta lectura, y te sorprende y te maravilla porque tiene esa forma tan increíble de expresar sentimientos banales, y lo que simplemente parece un hecho fortuito, un hecho sin importancia dentro de la vida de ese niño, tal como lo cuenta él, ya no lo es


Es increíble cómo va juntando épocas, años, pensamientos, cómo vamos conociendo a un niño raro, diferente, que se ha criado en un ambiente muy distinto y cómo nos vamos embebiendo de ese aire tétrico y desangelado, o más bien paupérrimo en algunos aspectos vitales y sociales, en Palestina, donde se nota muy reciente la II Guerra mundial, pero rico en matices literarios, orales y filosóficos. Antes de esa guerra, tenemos muy patente el rechazo europeo hacía los judíos en distintos países. No fue algo que surgió en la II Guerra Mundial con Hitler únicamente, hay mucho más detrás; existe una pérdida de identidad de los intelectuales que querían dominar el mundo con las palabras, con el uso del pensamiento y expresarse. Hay un momento muy interesante en el que Amos Oz nos cuenta que en aquella época todo el mundo escribía, daba igual lo que fuera, todos lo hacían. Debido al toque de queda impuesto por los británicos, se cerraban las casa a cal y canto y entonces lo único que podías hacer era escribir: escribir relatos, escribir ensayos, escribir poemas, escribir, lo que fuera pero escribir y escribir. Todo el mundo, de ese entorno, llegaba a tener un nivel intelectual y un nivel de formación muy alto, respecto a la literatura europea (rusa, polaca y hebrea, sobre todo). La infancia de Amos estaba constituida a través personas de una pensamiento muy definido, y eso tenía que pesar de alguna manera en él.


Mi padre sabía leer en dieciséis o diecisiete idiomas y hablar en once (todos con acento todo). Mi madre hablaba cuatro o cinco lenguas y leía en siete u ocho. Entre ellos conversaban en ruso o en polaco cuando querían que yo no los entendiera. Por cultura leían sobre todo en alemán e inglés, y por supuesto por la noche soñaban en yidish. Pero a mí me enseñaron única y exclusivamente hebreo: quizá temían que si aprendía otros idiomas también yo quedaría expuesto a la seducción de la espléndida y mortífera Europa.



Por un lado, el libro me costaba seguirlo, pero por otro lado me provocó y removió gran cantidad de pensamientos, de ideas que fluían en mi cabeza. Tiene una gran intensidad dramática, que solo la vida real puede aportar, y cierto pesimismo. Todo visto desde la distancia y perspectiva que te dan los años y las vivencias, aunque intentando ser fiel a los sentimientos y recuerdos de entonces. He llegado a dudar sobre si es una historia carente de amor, pero al final mi conclusión es que sí que lo hay, y mucho, a pesar de haberlo negado durante muchísimos años. Puede que el texto le devuelva al protagonista del mismo parte de ese amor desde la sinceridad y la comprensión global de todo.

Lo que escribía mi madre por aquellos días no lo sabré nunca: ninguno de sus cuadernos ha llegado a mis manos. Quizás los quemó todos antes de suicidarse. Ni una página completa escrita de su puño y letra me ha quedado.

La pérdida de su madre es…difícil de explicar y de asimilar. Cuando iba por el 60% del libro no llegaba a comprender. Sabía que la madre se suicida (no es spoiler en sí) pero en el cómo estaba la clave de todo; la depresión, cómo se mete en su mundo, cómo se apaga, los recuerdos que la debieron atormentar, la familia, los reproches... Hay que llegar hasta el final porque es la esencia del motivo de este libro.


Hay una frase, hacia el final del libro, en la que el padre simplemente expresa de manera corta y sencilla un sentimiento, algo que nunca hacía, que todavía me rompe el alma si pienso en ella. No os voy a poner cuál es porque con pocas palabras resume mucho, pero lo resalto únicamente para intentar explicaros que así de intensa acaba siendo para mí esta lectura.


Difícil, desgarradora, instructiva, completa, incompleta, costumbrista, intimista, personal, veraz, infantil, filosófica, de formación, histórica, política, literaria... muchas palabras me sirven para referirme a esta lectura, pero, la verdad, es que el título es perfecto: es una historia sobre el amor y la oscuridad, ambos forman parte de nuestra vida y definen lo que somos

Sin duda una de mis más impactantes lecturas de este año, que me lleva directamente a descubrir a Amos Oz como narrador, contador y amante de las palabras

Por cierto, sé que me ha salido una publicación más larga de lo habitual, y eso que podría seguir hablando de tantos y tantos aspectos que no he nombrado y que son esenciales en esta lectura, pero hay con un pequeño matiz que puede que la diferencia de publicaciones anteriores: soy consciente de que la he escrito para mí, como él con esta autobiografía, por necesidad, y no he sido capaz de acortarla o de expresar menos. Lo siento. Si has llegado hasta el final y lo has leído todo, muchas gracias por compartir conmigo todas estas sensaciones, aunque sea como espectador.

Os pongo el trailer oficial de la película sobre esta novela, por si así os entra el gusanillo.


Si sois más de libros, animaos a ver qué os provoca a vosotros.


Comentarios

  1. Qué pedazo de reseña, Carmen. En este tipo de libros (que yo creo que defines muy bien como ensayos novelados) yo creo que esos altibajos son normales y casi necesarios para que de verdad comprendamos que el autor se está vaciando en las páginas. No he leído nada de Amos Oz, es uno de mis grandes pendientes, y después de leerte quizás empiece antes con esta autobiografía que con su obra. Ya veremos. Enhorabuena, guapa, de verdad que me ha encantado la reseña.

    ¡Besote!

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    1. Gracias. Estaba convencida de que nadie se animaría a leerla... la he escrito algo a ciegas...
      Un abrazo y, por si alguna de vosotras se anima, estaré pendiente
      :)

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  2. Un gran reseña Carmen, pero este libro no es para mí.
    Un beso

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  3. Me ha gustado mucho tu comentario. Yo estoy leyendo ahora el libro, me lo aconsejó una amiga, me está costando pero sigo. El principio es muy denso pero hacia la mitad se va aligerando.
    Yo leí primero My Michael y me comento mi amiga que para entenderlo mejor había de leer su biografía y en esta estoy.

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    1. No es una lectura fácil. A veces se hace cuesta arriba, pero, aun así, es increíble leerle. Espero que te pase a ti lo mismo cuando lo termines

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