Después del monzón, de África Ruh

Formato: Versión Kindle
Editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A. (8 de agosto de 2019)
Idioma: Español
ASIN: B07TJT5H7F


Quiso robarle un diario y le robó el corazón.
Ana ha decidido emprender un alocado viaje a Kioto para recuperar el diario de Amelia, una antepasada suya que vivió un romance prohibido en el Japón del siglo XIX. Solo hay un problema: para hacerse con él, tendrá que robárselo al joven y severo profesor Ikeda.
Cuando Sora Ikeda descubre lo que Ana se propone, decide seguirle el juego y se ofrece a traducirle la única copia del diario que hay en la universidad; y así, sin pretenderlo, los dos se verán envueltos en una pasión marcada por los ecos del pasado.
Dos historias de amor que florecen a la sombra de los cerezos.

Esta novela estaba dentro de las novedades de Harlequín del mes de agosto. Me llamó la atención por dos motivos; el primero, porque África Ruh era una de mis autoras pendientes (tengo algún que otro libro suyo en digital de alguna oferta que todavía no he leído) y porque todo lo que tiene que ver con la cultura japonesa en siglos pasados me atrae (creo que desde que leí Memorias de una geisha he ido encadenando distintos libros ambientados sobre todo en el siglo XIX y comienzos del XX), así que pensé que esta sería la novela adecuada para descubrir a la autora, y creo que no me he equivocado.

La historia comienza de manera muy rápida, donde nuestra protagonista, nieta de una española que vivió muchos años en Japón, se encuentra en Kioto en busca del diario que escribió su abuela sobre esa época. Poco más conocemos sobre el origen de este diario y el porqué ella ha ido a buscarlo. A partir de ahí, la narración se irá enlazando entre el año 2018 y el año 1864, el del diario, porque un profesor japonés le irá traduciendo y leyendo a la protagonista una copia traducida del diario original (una copia de 1907 traducida al japonés, ya que está escrito originalmente en castellano). 

-Dicen que los japoneses nos adaptamos fácilmente a los cambios. -El profesor mira hacia delante con aire pensativo-. Cuando el emperador Meiji llegó al poder en 1868 y decidió modernizar el país, el mundo entero admiró la capacidad de Japón para abrirse a Occidente y, al mismo tiempo, conservar la mayor parte de sus tradiciones. Sin embargo -añade en voz baja-, eso también tuvo consecuencias. La Segunda Guerra Mundial, por ejemplo.
Mientras habla, yo me quedo mirando las tapas descoloridas del diario. Las palabras de Amelia aún resuenan dentro de mi cabeza: «No soy capaz de lamentar la frívola decisión que tomé y que cambiaría el curso de mi vida para siempre». ¿Me arrepentiré yo alguna vez de mi propia travesura, de haber cruzado el mundo para recuperar algo que consideraba que me pertenecía por derecho? Aún no puedo saberlo. Después de todo, Amelia me llevaba ventaja: cuando ella escribió su diario, ya había vivido los hechos que decidió narrar en él.

Es una novela que se lee con mucha tranquilidad; la parte que corresponde con la segunda mitad del siglo XIX, en Japón, es justo antes del período Meijin, con el enfrentamiento entre los imperialistas y los seguidores del Shogun. Japón se había abierto a Occidente hace unos años y el elevado movimiento de extranjeros entre la población japonesa levanta odios en algunos sector. Además, los samuráis han dejado de tener señores y se han convertido en guerreros, en algunos casos, sin ningún orden, lo que hace dudar en su honor y del porqué de su existencia. Pensemos que la sociedad japonesa, muy cerrada y tradicional, está cambiando y eso conlleva incertidumbre, enfrentamientos y, al final, una guerra. Amelia, española de padre inglés, lleva cinco años en Japón viviendo con su padre, que es botánico. Se ha acoplado perfectamente a la sociedad japonesa, ya no tiene institutriz y su doncella se ha convertido en su mejor amiga. Como ya os he dicho, este sería el inicio de la aventura que va a vivir y que plasmará en su diario, aquel que Ana busca a ido a "buscar" a Kioto.

Yo sabía que estaban preocupados por la situación política. No hacía ni diez años que el shogun Tokugawa se había visto obligado a firmar tratados de amistad con diferentes países europeos, entre ellos, Inglaterra; la apertura de Japón a Occidente había permitido que muchos estudiosos como mi padre se trasladaran a Edo, la capital del shogunato, para conocer la cultura y las costumbres del país, pero también había traído consigo numerosos problemas.

Tengo que reconocer que, erróneamente, pensaba que me iba a encontrar una narración menos sólida de la que me he encontrado, lo que he agradecido muchísimo y lo que me ha recordado que nunca debo dar nada por supuesto, y menos en literatura. El texto me ha permitido meterme en la historia de una manera muy cómoda, ya que la autora consigue dar las pinceladas adecuadas para que podamos situarnos en el dónde y en cuándo, sin que llegue a ser pesada la lectura, y cuyos detalles adquieren mucha importancia para la comprensión y disfrute de la historia de amor.

Curiosamente, dentro de la sencillez de la historia y de la trama en sí, me ha gustado mucho y la he ido saboreando página (pantalla) a página (pantalla), viviendo un poco las sensaciones de Amelia y descubriendo con ella esa cultura, su valor y tradición; eso sí, todo desde el mundo idealizado que nos plasman este tipo de historias. No busquéis otra cosa porque esta no es la lectura para ello.

Es verdad que no estamos hablando de un libro de una gran retórica  dramática, con momentos exaltados y dolorosos, pero todo se va desarrollando de una forma fluida, sencilla y cómoda. Creo que la clave es haber encontrado el equilibrio entre interés por la historia de amor y la historia que les rodea, aportando la sensación tras terminar de que has aprendido algo.
-La memoria de la gente sobrevive varias generaciones, ¿no le parece?-Bien pensado, tiene razón.
A la vez que vamos descubriendo una bonita e intensa historia de amor que está condenada al fracaso, vemos como dos desconocidos se enamoran. Adicionalmente, se percibe que un respeto al Japón de entonces y al de ahora. Intuyo que la autora ha debido enamorarse de la cultura japonesa para escribir esta historia, que ha resultado en cierta manera encantadora, con el toque justo de intensidad dramática en la historia del pasado y de ternura en la pareja del presente.

La historia que se desarrolla en 2018 en cierta manera nos invita a hacer un recorrido por el Kioto turístico y el que no es turístico, casi como una pequeña guía que incita a viajar, a conocer esa ciudad y ese mundo que parece tan distinto al nuestro, así que nos acerca Japón en el siglo XXI, con sus diferencias y sus semejanzas con nuestra manera de vivir.

-Has visto demasiadas películas -responde fríamente.-Y tú no has visto suficientes. -Me apoyo en el respaldo de la silla y cruzo los brazos sobre el pecho-. ¿Qué os pasa a los japoneses, todas vuestras pelis tienen que acabar con el protagonista muriendo por culpa de una horrible enfermedad?
Seguimos recorriendo las calles de Kioto cruzándonos con samuráis, geishas, actores, titiriteros y juerguistas en general. Yo tenía la vaga sensación de estar caminando en sueños: Japón era mi hogar y, al mismo tiempo, me resultaba exótico y atrayente a pesar del tiempo que llevaba viviendo en él.

Simplemente, ha sido una lectura maravillosa porque las sensaciones finales que he tenido lo han sido: me he enamorado un poco, he sufrido un poco y he sonreído otro poco. Sin pretender, tenemos dos historias con diferentes niveles de intensidad pero, cada una a su manera, adecuadas (aquí iba a poner otra vez bonitas, pero tengo la sensación de que he utilizado demasiadas veces este adjetivo con esta lectura). No me han estrujado mucho el corazón porque no hay tramas complicadas alrededor de los protagonistas, pero creo que merece la pena conocer ese amor entre Amelia y su "samurái", y entre Ana y su "profesor". Sí que podría haber sido más larga, sí que podría haber profundizado algo más en algunos temas, sí que podríamos haber tenido más Ana o más de Amelia; todo eso lo comparto pero, como bien sabemos, las lecturas tienen su momento adecuado, y esta la he leído en el perfecto para mí, así que no le pongo quejas.

Yo ya he llegado a la conclusión de que los japoneses son los únicos que pueden llevar calcetines blancos y conservar la dignidad al mismo tiempo.
Hay que leerlas como dos historias de amor, con pocos personajes, pocos giros en la trama, pero creo que a las que disfrutamos con este subgénero literario dentro de la romántica es fácil recomendársela. Es bonita (otra vez... lo siento, qué pesada soy), y, en algún momento, tierna. Además, reconozco que hay un momento en concreto en toda la historia que me dejó casi sin el aliento

Por cierto, he de decir que para mí es un acierto la manera que tiene de termina la novela, recordando a un personaje, que se parece algo a Yoda, al que no le gustan las despedidas porque suponen cerrar un capítulo de la historia que no quiere cerrar y esto es, en cierta manera, algo así. 

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Comentarios

  1. Hola, Carmen:
    Japón es una cultura que me atrae y me gusta leer novelas situadas en esta tierra. Pero si las historias son de naturaleza romántica y así pues como que no me atraen mucho. De todos modos te agradezco la reseña y la noticia de este relato
    Un beso

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  2. Este es de esos libros que me llaman mucho pero al mismo tiempo me da pereza hacerme con ellos jajaja Pero la balanza acabará inclinándose por leerlo porque Japón siempre me toca la fibra sensible.

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  3. me gusta mucho la portada, no he leído nada de la autora, puede que me anime con este libro, tiene muy buena pinta, buen post guapa

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  4. Hola, disfruté de la lectura, entretenido y con una historia bonita, pero no puedo dejar de pensar que podría haber aprovechado más la historia del pasado. Está mucho mejor que la del presente jajaja. Gustos personales
    Un besote

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