Lo primero que hice nada más abrir el libro es leer el prólogo de Elvira Lindo, sabiendo que me estaban descubriendo más de lo que me gusta antes de comenzar una nueva lectura pero con las ganas de valorar el texto, en parte, gracias a la mirada de alguien que sabe, y mucho.
Dividida en tres partes, que tienen mucho que ver con lo que nos cuentan en ella, el comienzo tiene tanta fuerza que merece la pena que os lo ponga aquí para que me entendáis:
En la ciudad hacia dos mudos, y siempre estaban juntos. Cada mañana a primera hora salían de la casa en que vivían y, cogidos del brazo, bajaban por la calle en dirección al trabajo. Los dos amigos eran muy diferentes.
A partir de lo que comienza siendo un relato, en el que nos cuentan el día a día, y su cotidiana peculiaridad, de estos dos mudos, se desencadena la historia que nos trae a un conjunto de personajes que parecen apoyarse en uno de estos mudos, John Singer, para avanzar, siendo este el protagonista y eje central de todo, pero del que nos van desviando como por impulsos, para que seamos cercanos a todos los demás: un tabernero, de corazón bueno y acciones secas; una niña en su paso a no ser ya tan niña; un médico negro desencantado con la poca lucha de su pueblo para conseguir salir de su segregación racial; un peón, entre alcohólico y vagabundo, y con ínfulas de político; y algunos más que completan la historia.
A medida que iba leyendo comprendía esa poesía narrativa de la que me hablaba Elvira Lindo; esa forma que a mí me gusta de utilizar las palabras, diciendo mucho con poco:
El estar cerca de aquella mujer siempre le había alineado de su auténtico yo, volviéndose duro, insignificante, vulgar, como ella.
Es una novela coral que va saltando de personaje en personaje casi como de un juego de oca se tratase y nos va presentando la realidad de cada uno de ellos dentro de su propia soledad. No sé si soledad es la palabra porque al final todos estamos solos, pero son personajes que transmiten pena; te da pena su situación, su realidad, lo que viven, lo que piensan, lo que sienten y cómo se encuentran atrapados en su día a día. Uno de los atractivos de la lectura, al menos para mí, ha sido averiguar si a medida que avancemos veremos si serán capaces de salir de esa cárcel que es su vida.
-Tengo algo de negro y de italiano, y de eslavo y de chino. De todos ellos. -Hubo algunas risas-. Y soy holandés, y turco, y japonés, y americano -añadió caminando en zig zag alrededor de la mesa donde el mudo se tomaba su café. Su voz era estentórea y cascada-. Soy el que sabe. Soy un extranjero en tierra extraña.
Ha sido real esa sensación que tenía mientras leída de que todos los personajes acababan acercándose, como si se atrajeran, como un imán. Esa es la idea que se iba formando en mi cabeza como si todo lo que voy leyendo tendiera a juntarles, y siempre cerca del mudo Singer.
Habla mucho del corazón de las personas y, sobre todo, de la soledad. Gran parte de la narración se centra en esa niña que está creciendo y cómo está descubriendo la vida adulta y la verdad y las mentiras de todo. Creo que el mudo, sin ser el que más aparece, representa esa necesidad de todos de que alguien les escuche, que alguien esté allí, que alguien les acompañe aunque sea sin palabras; o precisamente por eso, porque no hay palabras.
Encierra muchas cosas extrañas, por ejemplo el que Mike, la niña, viva en un entorno pobre, al menos culturalmente, pero que sepa disfrutar de esa manera tan intensa de la música clásica, que desconoce, y todo lo que eso conlleva, de forma limpia, virginal... pero por otro lado el personaje está dotado de brutalidad infantil, es muy directa, es muy ignorante... Es curioso todo lo que la autora consigue con su texto porque, aunque lo que nos cuenta no son cosas de gran importancia, todo encierra mucha verdad, una verdad vital.
El sol quemaba como un hierro al rojo que le apretara la cabeza. La ciudad le parecía el lugar más solitario que jamás conocieran. La quietud de la calle le daba una extraña sensación. Cuando estaba borracho, el lugar le había parecido violento y ruidoso. Y ahora era como si todo se hubiera detenido repentinamente.
Con un texto brillante, parco, limpio y muy inteligente, nos cuenta que las cosas son así y ya está; nos habla de personajes, que me han parecido más reales que inventados, donde lo interesante ha sido conocerles y saber qué les hace seguir avanzando. De una manera muy distante, el narrador ha conseguido transmitirme mucho aunque todo con cierta frialdad, con un toque de porque sí, del que no he conseguido separarme. No sé si eso es algo inherente a la época (período entre-guerras) o es algo buscado para que, como lectores, se nos quede un regusto amargo por la simpleza, y dureza, en sí de la vida.
Todos los personajes tienen la necesidad de contar con Singer para desahogarse, para salir de su soledad, y seguro que si les preguntásemos todos dirían que su mejor amigo es el mundo, pero Singer lo único que siente es que su amigo es Anapoulus, el griego, a pesar de que tú, como lector, eres testigo de que el griego le ignora, o por lo menos tú lo sientes así; no he llegado a entender ese nexo de unión que para él es vital y que lo utiliza como una cuerda para mantenerse a la cordura, a lo que él piensa sobre su realidad. Es tanto y tan importante lo que encierran ambos personajes, a pesar de que no nos lo cuentan, que se vuelve fundamental.
Aunque la trama nos va llevando de la mano, comenzando como en una meseta, hay un momento en el que parece que todo se acelera (y eso que es una narrativa lenta, como a mí me gusta) y te sientes algo perdido, ya llegando a la tercera parte.
Ahora se sentía bien. Murmuró algunas palabras en voz alta: 'Señor, perdóname, porque no sé lo que hago.' ¿Por qué había pensado en eso? Todo el mundo en los últimos años sabía que no había ningún Dios. Cuándo pensaba en Él solía imaginarse que Dios era señor Singer con una larga y blanca sábana envolviéndole. Dios era el silencio...; quizá por eso, se lo había recordado. Dijo nuevamente las palabras, tal como se las diría al señor Singer: 'Dios, perdóname, porque no sé lo que hago.'
Frustración, verdades, racismo, educación, personajes, cotidianidad, dinero, ideales, familia, amor; increíblemente sincera, cruda, a veces pesada, a veces dolorosa, a veces lenta, a veces agobiante, con cierta cadencia narrativa y con un final que, sinceramente, no me esperaba para nada y que me ha dejado sabiendo que necesitaría una relectura para llegar a entender como se merecen a cada uno de ellos y para permitirme centrarme en las palabras y en cómo las usa Carson McCullers; increíble pensar que con tan solo 23 años ha sido capaz de escribir una historia así.
¡Hola! Creo que esta no es una novela para mi, no al menos en estos momentos. Es posible que más adelante me anime.
ResponderEliminarUn beso
Creo que en estos momentos no disfrutaría de su lectura, pero no lo descarto y me apunto el titulo para más adelante. Besos
ResponderEliminarNo me termina mucho de llamar, pero muy buen post guapa
ResponderEliminarNo lo conocía, pero creo que me podría gustar... lo anoto.
ResponderEliminarBesotes
Carson McCullers es una de mis autoras pendientes, y sé que me gustaría mucho, pero tengo tanto por leer que al final se me va quedando atrás. Espero poder remediarlo pronto, y veo que esta novela que traes hoy es una muy buena opción para empezar con ella.
ResponderEliminar¡Besote!
Hola, Carmen. Me encantaría leer esta novela y además no he leído nada de esta escritora. Yo tomo nota y espero que pronto pueda disfrutarla.
ResponderEliminarBesos.