El olor del bosque, de Hélène Gestern
Autor/a: Hélène Gestern
Traducción: Laura Salas Rodríguez
Fecha de publicación: 02/03/2020
Formato: 14x21,5
Número de páginas: 784
ISBN: 978-84-16291-99-1
La vida de Élisabeth Bathori, historiadora de la fotografía, cambia abruptamente cuando Alix, de ochenta y nueve años, le confía las cartas de su tío Alban de Willecot, escritas desde el frente durante la Primera Guerra Mundial, y dirigidas a su amigo, el famoso poeta Anatole Massis. Junto a las cartas, su investigación la lleva a descubrir un diario en clave y un álbum con fotografías. Un verdadero tesoro para su carrera profesional. Pero no sólo. Gracias al enigma de estas vidas ajenas, el esfuerzo por recrear el tiempo en el que Alban y sus seres queridos aún podían esperar y abrazarse, amar y soñar, supone para Élisabeth, que reanuda su trabajo después de largos meses de duelo, una oportunidad para volver a visitar las sombras de su propio pasado y recordar que sigue viva. Esta herencia memorialística está acompañada por otro legado: una acogedora casa en el campo en medio de Francia. Desde allí, Élisabeth se sumerge en la historia de Willecot y empieza a sentir un sincero afecto por él, un hombre a quien la guerra hizo abandonar sus estudios de astronomía y que convivió a diario con la violencia de las trincheras. Comienza igualmente la búsqueda de Diane, la joven de la que el teniente estaba enamorado. En busca de respuestas, viaja a Lisboa, Berna, Madrid y Bruselas para citarse con todas aquellas personas que, gracias a sus recuerdos, la ayudarán a reunir cien años de vidas en un todo con sentido.
El olor del bosque es una travesía por la pérdida, una investigación sobre las historias de los desaparecidos, engullidos por la guerra —la Primera y la Segunda Guerra Mundial—, el tiempo y el silencio. Pero esta novela —monumental, múltiple, apasionante— celebra también la fuerza inesperada del amor y la memoria cuando se trata de alumbrar el futuro de sus huellas: las que iluminan pero también devoran a los vivos.
Este libro fue uno de mis autorregalos de cumpleaños allá por el mes de marzo. Lo leí en agosto porque quería disfrutar de él con la comodidad que te da el tiempo de vacaciones. Sabía que me iba a gustar, pero no cuánto. Ha sido maravilloso. Una de esas lecturas que no pararé de recomendar y de la que simplemente me gustaría decir: fíate de mí, merece la pena. Es un libro que es historia; es historia real dentro de la gran historia, y todo bañado con sentimientos vitales y con un texto muy especial.
Élisabeth Bathori, para quien la memoria del pasado es algo fundamental y necesario para entender el mundo, se encuentra en un momento anímicamente muy bajo cuando una mujer, con la que ya había tenido contacto, le deja en herencia las cartas que su tío Alban de Willecot le escribió a un famoso poeta francés durante la I Guerra Mundial, además de una pequeña propiedad en el campo que acaba convirtiéndose en un refugio. A partir de ahí, la supervivencia de Élisabeth se enraiza con su afán por descubrir qué le ocurrió a Alban, quién era la mujer a la que hace referencia en alguna de sus cartas, qué pasó y qué no pasó, y cuál era su relación real con el poeta, además de transmitir un amor excepcional por la fotografía antigua.Señora Bathori, a mi edad, lo que cuenta es la manera en la que una se va a marchar. Es lógico no esperar nada más de la vida. Pero a su edad, es un error imperdonable. Piénselo bien antes de decirme que no.
Con una narración fluida y muy cercana, la protagonista establece, a través del texto, un diálogo con alguien que ya no está, a quien se dirige recordando momentos y sentimientos, a la vez que le va explicando el camino que va recorriendo en busca de la historia detrás de las cartas y las pocas fotos que tiene. Esto hizo que pronto me encontrase muy dentro de la lectura y muy cerca de Élisabeth. Pensad que entendía su dolor y su reacción aislándose del mundo, a la vez que la acompañaba en cada paso que iba dando. Casi es como si la autora consiguiese que tú fueses la persona que está al otro lado, es decir, a quien le habla Élizabeth, cerrando así el esquema de comunicación entre el transmisor y el receptor, siendo el mensaje esta fantástica novela.A veces tengo la desagradable impresión de haberme convertido en un pozo de indiferencia, como si el conjunto de emociones y preocupaciones ordinarias se hubiera quedado helado en alguna parte entre mi corazón y mi conciencia.
El interés por los dos hilos argumentales es paralelo; por un lado, está esa búsqueda, esa investigación que va haciendo que nuestra protagonista se mueva y descubra y avance; y, por otro lado, tenemos las ganas de saber qué le ha llevado a esa situación tan desesperada, tan amarga, tan solitaria y tan, incluso, autodestructiva. El dolor se convierte en algo fundamental para entender bien a Élizabeth.A lo mejor no debería aislarme de este modo, ni alejarme de mis amigos para refugiarme en el pasado. O quizá, por el contrario, sí que es necesario; acaso, a través del enigma de las vidas ajenas, y esfuerzo minúsculo por aclarar lo que realmente fue la existencia de todos ellos, por recrear algo del tiempo en el que aún podían amar, esperar, abrazarse y emprender, es mi manera de recordar que sigo viva.
El olor del bosque está lleno de personajes reales, de personajes con vidas independientes casi fuera del texto, con todas las preocupaciones y los sinsabores posibles, al lado de ciertas alegrías; no hay nadie idealizado ni nadie perfecto. Quizá, a veces, entendemos que el recuerdo de ese alguien a quien ella escribe, o habla, puede estar algo maquillado, pero es inevitable pensar que los recuerdos se llevan siempre parte de nuestra imaginación al volver a ellos.
La autora consigue dar vida a cada uno de los personajes a pesar de esos cien años pasados, a través de las palabras o de las imágenes va descubriendo la historia, es decir, los hace reales, los hace visibles, sienten, y tú eso lo percibes, al igual que lo hace la propia Élizabeth. —¿Y usted, Elizabeth? ¿Qué está buscando?Levanté las cejas a modo de interrogación.—No irá a decirme que son solo las ganas de leer un antiguo grimorio lo que la ha traído lejos...Por segunda vez en menos de una semana se me planteaba la misma pregunta. Con una delicadeza y consideración que me hicieron vacilar y no lucir la de nuevo.—Una pena que olvidar.
Maravilloso es ir leyendo poco a poco esas cartas que Alban le enviaba a Massis donde vas notando ese cambio de actitud en él a medida que avanza el conflicto bélico, y donde te das cuenta de otra de las esencias de esta novela: la guerra y la paz.
Qué importante es la memoria; qué importante es un nombre para demostrar que hay una historia detrás, que se ha vivido y que merecía la pena. Creo que la novela habla un poco de esto. No es la primera vez que me encuentro con ese miedo a que la existencia desaparezca. El papel de la protagonista, Élizabeth, es un poco la de dar visibilidad a los desaparecidos engullidos por esa guerra, por el olvido, el tiempo y el desconocimiento. Historias, vidas, sentimientos, todo junto. Es increíble cómo está todo construido.
Al final, en los agradecimientos de la autora donde hace referencia a esa necesidad de dar voz a tantos anónimos que la guerra sesgó, y cuya existencia «devora».
Magistral. Creo que es una historia muy bien contada. Tiene de todo. Es intimista, profunda, llena de sentimientos y, a la vez, crea intriga y te mantiene con la intención de averiguar qué ocurrió y cómo se entrelazan las vidas de este joven soldado astrónomo en la I Guerra Mundial, su famoso amigo poeta y una joven inteligente y amante de las matemáticas. Es curioso porque cuando crees que es de una manera el libro, te sorprende. Es un canto a la paz y levanta incluso sentimientos al llegar a conocer tanto a unos personajes a través de sus palabras. También es un canto al recuerdo, a la familia y a la vida.No, no fue bonita aquella guerra que envió a seres de carne y hueso, irrisorios escudos de piernas, brazos, músculos y vísceras, a enfrentarse al hierro de las máquinas para después negarse a reconocer durante años la inutilidad de la masacre que había engendrado.
Otra de las cosas importantes para mí es el valor que le da este texto a la palabra escrita. A principios del siglo XX, la carta era algo fundamental, era el medio esencial de comunicación perdurable. Son muy importantes. Hay una parte escrita esencial en esta novela, no solo a través de las palabras de un diario personal, sino a través de esas epístolas. Luego habla de la vida, de los recuerdos y de la soledad. También habla de renacer. Todo en parte hace un conjunto que aporta muchísimo valor.
En resumen, vuelvo a lo que dije al principio: fíate de mí, merece la pena.
Este libro fue uno de mis autorregalos de cumpleaños allá por el mes de marzo. Lo leí en agosto porque quería disfrutar de él con la comodidad que te da el tiempo de vacaciones. Sabía que me iba a gustar, pero no cuánto. Ha sido maravilloso. Una de esas lecturas que no pararé de recomendar y de la que simplemente me gustaría decir: fíate de mí, merece la pena. Es un libro que es historia; es historia real dentro de la gran historia, y todo bañado con sentimientos vitales y con un texto muy especial.
Élisabeth Bathori, para quien la memoria del pasado es algo fundamental y necesario para entender el mundo, se encuentra en un momento anímicamente muy bajo cuando una mujer, con la que ya había tenido contacto, le deja en herencia las cartas que su tío Alban de Willecot le escribió a un famoso poeta francés durante la I Guerra Mundial, además de una pequeña propiedad en el campo que acaba convirtiéndose en un refugio. A partir de ahí, la supervivencia de Élisabeth se enraiza con su afán por descubrir qué le ocurrió a Alban, quién era la mujer a la que hace referencia en alguna de sus cartas, qué pasó y qué no pasó, y cuál era su relación real con el poeta, además de transmitir un amor excepcional por la fotografía antigua.
Señora Bathori, a mi edad, lo que cuenta es la manera en la que una se va a marchar. Es lógico no esperar nada más de la vida. Pero a su edad, es un error imperdonable. Piénselo bien antes de decirme que no.
Con una narración fluida y muy cercana, la protagonista establece, a través del texto, un diálogo con alguien que ya no está, a quien se dirige recordando momentos y sentimientos, a la vez que le va explicando el camino que va recorriendo en busca de la historia detrás de las cartas y las pocas fotos que tiene. Esto hizo que pronto me encontrase muy dentro de la lectura y muy cerca de Élisabeth. Pensad que entendía su dolor y su reacción aislándose del mundo, a la vez que la acompañaba en cada paso que iba dando. Casi es como si la autora consiguiese que tú fueses la persona que está al otro lado, es decir, a quien le habla Élizabeth, cerrando así el esquema de comunicación entre el transmisor y el receptor, siendo el mensaje esta fantástica novela.
A veces tengo la desagradable impresión de haberme convertido en un pozo de indiferencia, como si el conjunto de emociones y preocupaciones ordinarias se hubiera quedado helado en alguna parte entre mi corazón y mi conciencia.
El interés por los dos hilos argumentales es paralelo; por un lado, está esa búsqueda, esa investigación que va haciendo que nuestra protagonista se mueva y descubra y avance; y, por otro lado, tenemos las ganas de saber qué le ha llevado a esa situación tan desesperada, tan amarga, tan solitaria y tan, incluso, autodestructiva. El dolor se convierte en algo fundamental para entender bien a Élizabeth.
A lo mejor no debería aislarme de este modo, ni alejarme de mis amigos para refugiarme en el pasado. O quizá, por el contrario, sí que es necesario; acaso, a través del enigma de las vidas ajenas, y esfuerzo minúsculo por aclarar lo que realmente fue la existencia de todos ellos, por recrear algo del tiempo en el que aún podían amar, esperar, abrazarse y emprender, es mi manera de recordar que sigo viva.
El olor del bosque está lleno de personajes reales, de personajes con vidas independientes casi fuera del texto, con todas las preocupaciones y los sinsabores posibles, al lado de ciertas alegrías; no hay nadie idealizado ni nadie perfecto. Quizá, a veces, entendemos que el recuerdo de ese alguien a quien ella escribe, o habla, puede estar algo maquillado, pero es inevitable pensar que los recuerdos se llevan siempre parte de nuestra imaginación al volver a ellos.
La autora consigue dar vida a cada uno de los personajes a pesar de esos cien años pasados, a través de las palabras o de las imágenes va descubriendo la historia, es decir, los hace reales, los hace visibles, sienten, y tú eso lo percibes, al igual que lo hace la propia Élizabeth.
—¿Y usted, Elizabeth? ¿Qué está buscando?Levanté las cejas a modo de interrogación.—No irá a decirme que son solo las ganas de leer un antiguo grimorio lo que la ha traído lejos...Por segunda vez en menos de una semana se me planteaba la misma pregunta. Con una delicadeza y consideración que me hicieron vacilar y no lucir la de nuevo.—Una pena que olvidar.
Maravilloso es ir leyendo poco a poco esas cartas que Alban le enviaba a Massis donde vas notando ese cambio de actitud en él a medida que avanza el conflicto bélico, y donde te das cuenta de otra de las esencias de esta novela: la guerra y la paz.
Qué importante es la memoria; qué importante es un nombre para demostrar que hay una historia detrás, que se ha vivido y que merecía la pena. Creo que la novela habla un poco de esto. No es la primera vez que me encuentro con ese miedo a que la existencia desaparezca. El papel de la protagonista, Élizabeth, es un poco la de dar visibilidad a los desaparecidos engullidos por esa guerra, por el olvido, el tiempo y el desconocimiento. Historias, vidas, sentimientos, todo junto. Es increíble cómo está todo construido.
Al final, en los agradecimientos de la autora donde hace referencia a esa necesidad de dar voz a tantos anónimos que la guerra sesgó, y cuya existencia «devora».
Magistral. Creo que es una historia muy bien contada. Tiene de todo. Es intimista, profunda, llena de sentimientos y, a la vez, crea intriga y te mantiene con la intención de averiguar qué ocurrió y cómo se entrelazan las vidas de este joven soldado astrónomo en la I Guerra Mundial, su famoso amigo poeta y una joven inteligente y amante de las matemáticas. Es curioso porque cuando crees que es de una manera el libro, te sorprende. Es un canto a la paz y levanta incluso sentimientos al llegar a conocer tanto a unos personajes a través de sus palabras. También es un canto al recuerdo, a la familia y a la vida.
No, no fue bonita aquella guerra que envió a seres de carne y hueso, irrisorios escudos de piernas, brazos, músculos y vísceras, a enfrentarse al hierro de las máquinas para después negarse a reconocer durante años la inutilidad de la masacre que había engendrado.
Otra de las cosas importantes para mí es el valor que le da este texto a la palabra escrita. A principios del siglo XX, la carta era algo fundamental, era el medio esencial de comunicación perdurable. Son muy importantes. Hay una parte escrita esencial en esta novela, no solo a través de las palabras de un diario personal, sino a través de esas epístolas. Luego habla de la vida, de los recuerdos y de la soledad. También habla de renacer. Todo en parte hace un conjunto que aporta muchísimo valor.
En resumen, vuelvo a lo que dije al principio: fíate de mí, merece la pena.
Se nota que la has disfrutado mucho y te ha encantado, la tendré en cuenta Carmen, muy buen post guapa
ResponderEliminarYa la tenía en mi lista de deseos, y con tu reseña sube muchísimos puestos. Cómo se nota que lo has disfrutado!
ResponderEliminarBesotes!!!
Me estáis poniendo los dientes largos con este libro. Ains, qué ganas de leerlo
ResponderEliminarBesos
Hola
ResponderEliminar¡Qué bonita portada! eso lo primero, pero conforme te voy leyendo se me hace tan intimista y tan interesante lo que nos traes que creo que me vale la pena apuntarlo.
Un bes💕
Ay, darling, tengo este libro en casa desde hace meses, recuerdo que fue mi última compra antes del confinamiento. Y todavía no lo he podido leer. No hacéis más que ponerme los dientes largos con estas estupendas reseñas que le dedicáis, tengo que leerlo YA! Besos.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado pero lo voy a dejar pasar que no me termina de llamar.
ResponderEliminarSaludos
Me ha encantado leer tu reseña, me ha hecho revivir las sensaciones que tive al leerlo. Una novela maravillosa.
ResponderEliminarFeliz puente Carmen
Lo tengo apuntado desde que leí la reseña de Inés, pero como tantas novelas que apunto y a las que no llego porque no me da la vida. Leyéndote a ti he recordado que tengo pendiente hacerme con ella. Y te ha quedado un reseña desde el corazón y entusiasta, Carmen. Una reseña fantástica.
ResponderEliminarFíjate que dices al principio lo que me dijiste en mi reseña de Candleford, lo de tener miedo de no estar a la altura del libro y decir sin más "fíate de mí", pero es que a mí a veces me da mucho miedo decir eso porque sé que mis gustos son peculiares y que muchos lectores no concordarían con ellos. Ni estoy a la altura del libro ni me atrevo a recomendar abiertamente por si acaso, así que es un cuadro cada vez que me siento a escribir sobre un libro. En fin, que todo sea eso :)
¡Besote!