El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín
Publicación original: Madrid, Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, 1927
Edición digital a partir de la 4ª edición de Madrid, Compañía Ibero-Americana de Publicaciones
Doña Francisca, muchacha de 16 años cuando empieza la obra (cuando termina tiene 17) educada en un convento, está prometida en matrimonio con Don Diego, de 59 años, por deseo de su madre Doña Irene. La prometida, en realidad, está enamorada del soldado Don Carlos. Rita, criada de Francisca, los ayuda para que puedan estar juntos y Don Carlos anule el casamiento de Francisca y Don Diego, al que la joven se siente obligada por obedecer a su reverenda madre. Al final de esta gran obra por la búsqueda del amor verdadero todo se resuelve.
¿Habéis leído teatro clásico español? Seguro que sí aunque ya no os acordaréis (a no ser que hayáis estudiado letras, claro). Yo recuerdo algunas; pequeños coletazos de lo que fue mi educación «EGeBeriana» en el colegio. Creo que sería capaz de hablar más del Siglo de Oro español (siglo XVI-XVII) que de la Ilustración (siglo XIX). Aquí podría excusarme con que nunca llegábamos al final de los libros de texto. ¿Nos ocurría eso a vosotros?. Por ese motivo, el siglo XIX y el siglo XX eran las épocas que menos se estudiaban, tanto en historia como en literatura, más si luego acababas, como yo, en rama de ciencias.
No voy a hablaros aquí de las características de esta obra de teatro, enfrascada dentro de esas comedias ilustradas o neoclásicas, que tuvo un éxito arrollador en su época. Es tan fácil como buscar cualquier publicación que hable de la obra de Leandro Fernández de Moratín. Será mucho más completa y, por supuesto, más acertada, de lo que pueda exponer yo. En cambio, sí que puedo destacar qué me ha llamado a mí la atención de lo que he leído, tanto sobre ella como en ella.
Por partes.
El autor. Hijo de Nicolás Fernández de Moratín, poeta, dramaturgo y abogado, desde pequeño estaba acostumbrado a las tertulias literarias y a todo lo que tuviese que ver con ese ambiente. Nació en Madrid y vivió entre el siglo XVIII y el siglo XIX. Comenzó como poeta, ganando algunos premios, para luego centrarse en el teatro. De todo lo que he leído de su biografía, lo que más me ha llamado la atención es la cantidad de veces que viajó, por un motivo u otro, por Europa, tanto huyendo como buscando; además del hecho de que se le tratase como «afrancesado». Amigo de Goya y de Godoy, no solo destaca su obra literaria sino los trabajos que desempeñó en relación con el teatro.
La época. No quiero dar grandes datos históricos; solo los suficientes para que nos situemos: comienzos del siglo XIX. En Europa, la ilustración, con la razón y la experiencia como la única manera de llegar al conocimiento, y los grandes pensadores intelectuales, como Voltaire, Rousseau y Montesquieu. En España, si partimos de lo llamado «despotismo ilustrado» de Carlos III, podemos entender que las ideas ilustradas europeas penetraban pero de una manera más lenta; eso sí, grandes pensadores Feijoo, Capomanes, Cadalso, Jovellanos... tenían claro que la base de toda mejora era la educación. A comienzos del siglo XIX tuvo lugar la Guerra de la Independencia contra los franceses (de 1808 a 1814), para luego dejar a Fernando VII (imposible olvidarme de ese magnífico capítulo de esta semana de El ministerio del tiempo).
La obra. He leído que fue autodidacta, realmente; así que supongo que su gran capacidad de observación, de la que hablan en referencia a sus cuadernos de viaje, y los ambientes en los que se movía, propiciaron que desarrollara una interesante, pero no abundante, carrera literaria. Comenzó escribiendo poesía, después escribió una sátira en prosa (La derrota de los pedantes), pero fue en teatro donde más huella dejó, influido por lo aprendido en Francia, Inglaterra o Bélgica, ya que contribuyó, como otros autores, a crear un teatro crítico y entretenido, a través de «un brillante modelo dramático», la comedia neoclásica. Parece ser que todo esto culmina con El sí de las niñas.
Ahora sí, voy a hablaros de El sí de las niñas. Esta comedia se estrenó el 28 de enero de 1806, en Madrid, con muchísimo éxito, ya que se representó durante más de veinte días seguidos, y paró por la llegada de la cuaresma. Es una obra muy corta, dividida en tres actos, con pocos personajes y que tiene lugar en un único escenario, la sala común de una posada. Allí coincidirán Don Carlos, a la espera de su joven prometida, Dña. Eugenia, muy joven, que viene con su madre y una criada, y su también criado. Además, entrará en escena su sobrino, acompañado a su vez de su propio criado. Mira, Simón, si los matrimonios muy desiguales tienen por lo común desgraciada resulta, consiste en que alguna de las partes procede sin libertad, en que hay violencia, seducción, engaño, amenazas, tiranía doméstica... Pero aquí no hay nada de eso.
El enredo, si se puede llamar así, viene determinado por la próxima boda entre Don Carlos, un señor ya mayor, y una joven inocente, cuya madre, viuda, ha tenido a salvo educándose en un convento junto a su tía. El matrimonio está ya acordado entre la madre de la novia y el novio. ¿Son lícitos los matrimonios entre personas de tan diferente edad acordados entre los progenitores? ¿Debemos dejarnos guiar por el amor o por la conveniencia? Todo esto se expone en esta pequeña comedia que sorprende por el valor de las reflexiones de los personajes, que se debaten entre lo que quieren hacer, por sus deseos más viscerales, y lo que deberían hacer. Aderezado por lo que el peso de la familia y la obediencia cristiana puede influir en las decisiones.DON DIEGO: - Sí señor; todo es verdad, pero no viene a cuento. Yo soy el que me caso. SIMÓN: - Si está usted bien seguro de que ella le quiere, si no le asusta la diferencia de la edad, si su elección es libre...
Un texto sencillo, directo, coloquial, con cierto humor, muy rápido y ágil, y con una resolución final simpática y esperanzadora. El apoyo de la trama por parte de los criados es fundamental en dar ese carácter divertido y cómico, además de llevarnos directamente a lo que la vida entonces debería ser, representando en la obra a la burguesía, por un lado, y al pueblo llano, por otro. ¿Pues no da lástima, señor, el ver cómo se hacen los matrimonios hoy en el día? Casan a una muchacha de quince años con un arrapiezo de dieciocho, a una de diecisiete con otro de veintidós: ella niña, sin juicio ni experiencia, y él niño también, sin asomo de cordura ni conocimiento de lo que es mundo. Pues, señor (que es lo que yo digo), ¿quién ha de gobernar la casa? ¿Quién ha de mandar a los criados? ¿Quién ha de enseñar y corregir a los hijos? Porque sucede también que estos atolondrados de chicos suelen plagarse de criaturas en un instante, que da compasión.
No sé si es acertado, pero, para mí, es como si Leandro Fernández de Moratín hubiese dado con la fórmula perfecta para entretener al público de entonces junto con la crítica, o denuncia, de una costumbre muy extendida, los matrimonios desiguales, y al efecto que la religión producía (produce) en la sociedad y en las relaciones. Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarla a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación. Las juzgan honestas luego que las ven instruidas en el arte de callar y mentir. Se obstinan en que el temperamento, la edad ni el genio no han de tener influencia alguna en sus inclinaciones, o en que su voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se las permite, menos la sinceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean, con tal que se presten a pronunciar, cuando se lo mandan, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor, la astucia y el silencio de un esclavo.
Creía que iba a ser algo más compleja, la verdad; y eso me ha descolocado un poco. Lo interesante de esta obra es ver cómo están claras todas las partes de lo que es el teatro neoclásico: pocos personajes, trama sencilla, mismo escenario. No deja de ser bonito eso de que al final todos los dolientes vean su deseo cumplido. Quizá ha faltado el villano para que sea algo más dramático o complejo, pero no creo que se buscase algo así cuando se escribió esta comedia.
DOÑA IRENE.- ¿Puedo hablar ya, señor? DON DIEGO.- Ella, ella debe hablar, y sin apuntador y sin intérprete. DOÑA IRENE.- Cuando yo se lo mande. DON DIEGO.- Pues ya puede usted mandárselo, porque a ella la toca responder... Con ella he de casarme, con usted no.
A mí me ha hecho pensar en por qué dicen sí las niñas, por qué se casan, por qué obedecen a sus madres, por qué se celebraban estos matrimonio tan desiguales en edad y en experiencia vital, y, yendo un poco más allá, en los posibles condicionantes que todavía pueden estar presentes para que se acceda a ese sí.
Aquí os dejo algunos enlaces interesantes sobre esta comedia:
Mira, Simón, si los matrimonios muy desiguales tienen por lo común desgraciada resulta, consiste en que alguna de las partes procede sin libertad, en que hay violencia, seducción, engaño, amenazas, tiranía doméstica... Pero aquí no hay nada de eso.
DON DIEGO: - Sí señor; todo es verdad, pero no viene a cuento. Yo soy el que me caso.SIMÓN: - Si está usted bien seguro de que ella le quiere, si no le asusta la diferencia de la edad, si su elección es libre...
¿Pues no da lástima, señor, el ver cómo se hacen los matrimonios hoy en el día? Casan a una muchacha de quince años con un arrapiezo de dieciocho, a una de diecisiete con otro de veintidós: ella niña, sin juicio ni experiencia, y él niño también, sin asomo de cordura ni conocimiento de lo que es mundo. Pues, señor (que es lo que yo digo), ¿quién ha de gobernar la casa? ¿Quién ha de mandar a los criados? ¿Quién ha de enseñar y corregir a los hijos? Porque sucede también que estos atolondrados de chicos suelen plagarse de criaturas en un instante, que da compasión.
Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarla a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación. Las juzgan honestas luego que las ven instruidas en el arte de callar y mentir. Se obstinan en que el temperamento, la edad ni el genio no han de tener influencia alguna en sus inclinaciones, o en que su voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se las permite, menos la sinceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean, con tal que se presten a pronunciar, cuando se lo mandan, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor, la astucia y el silencio de un esclavo.
DOÑA IRENE.- ¿Puedo hablar ya, señor?DON DIEGO.- Ella, ella debe hablar, y sin apuntador y sin intérprete.DOÑA IRENE.- Cuando yo se lo mande.DON DIEGO.- Pues ya puede usted mandárselo, porque a ella la toca responder... Con ella he de casarme, con usted no.
Me gustó mucho La comedia nueva o el café. El sí de las niñas la tengo pendiente de lectura y, por lo que nos comentas en tu reseña, es una obra para disfrutar. Besos.
ResponderEliminarLo leí hace un montón de años y recuerdo que me gustó mucho. Me sorprendió como a ti, que fuera tan sencilla, tan fácil de seguir, de comprender.
ResponderEliminarBesotes!!!
Yo soy del plan anterior a la EGB, pero igual nunca terminábamos los libros. En Literatura me daba mucha pena porque nunca llegábamos a la parte que más me gustaba que era el siglo XIX y el XX. No obstante, me vino bien porque conocí mucho siglo de oro y leí muchísimo.
ResponderEliminar"El sí de las niñas" lo leí ya mayor, dando clase yo misma. me gustó mucho. El "novio" tan mayor, se porta como todo un caballero, lo que no era normal en este tipo de obras con ese tipo de persoajes. Claro que el rival era su sobrino al que tenía cariño, ja ja.
Yo, aunque daba Biología y Geología, siempre procuré terminar los libros de texto. Si había que acortar de una parte menos importante se acortaba, pero se veía todo. Te diré que sigue pasando lo mismo. Mis alumnos me decían que era la única que terminaba el libro.
Interesante reseña.
Un beso.
No lo he leido y por el momento no entra en mis planes de lectura.
ResponderEliminarSaludos
Me has mandado de regreso a mi adolescencia de cabeza. Fui Eugenia en una representación teatral. Qué bonito recuerdo.
ResponderEliminarBesos
Creo que los motivos por los que decían Sí, serían los mismos por lo que ahora los dirían también.
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