La suerte de los idiotas, de Roberto Martínez Guzmán

Fecha de publicación: 30 de abril de 2019
321 páginas
Idioma: Español
ASIN: B07RBQGXVX

Lastrado por una última misión policial en Madrid que no acabó de la mejor manera posible, el policía Lucas Acevedo regresa a Galicia para poner en orden su cabeza. Cuando cree que lo ha conseguido, una noche conoce a una mujer que hará que se plantee abandonar la solitaria existencia que ha llevado hasta entonces. Sin embargo, pronto se complican sus planes. Mucha gente comienza a morir a su alrededor y, en el momento en que se da cuenta de que él también está en el punto de mira, se verá obligado a librar una batalla de la que no conseguirá salir indemne.

De nuevo Galicia y de nuevo una novela policial. Sé que a veces la diferencia entre thriller y policíaca está algo desdibujada, no sé si tanto por las premisas de las mismas como por el uso de ambos vocablos que los lectores empleamos de manera indiscriminada. Para mí, en este caso, si el protagonista es un policía (llámalo policía, investigador, detective o personaje que actúa de manera similar) y si tenemos una investigación en curso, aunque no venga por los cauces habituales, prefiero decantarme por la segunda opción: novela policíaca. Seguramente esté equivocada, lo sé. No me lo tengáis en cuenta, xD.

Comienza con un policía, perteneciente a una unidad especial involucrada en la lucha contra el narcotráfico, que se encuentra en una excedencia y que se ha encerrado en el piso que compró hace tiempo en Vigo y al que acude más por sentir que pertenece a ese lugar que porque haya gente a la que echar de menos cuando no está. Tú sabes que ha huido de su día a día, de su realidad, y se ha refugiado en ese piso, que es su refugio. Vive solo con un gato. Ha estado recluido del mundo por propia voluntad, hasta el día que decide salir a la calle. Casualmente se encuentra con una pareja discutiendo. Él le está pegando a ella fuera del coche y Lucas, nuestro policía solitario y taciturno, decide intervenir a pesar de él mismo y de las pocas ganas que tiene de hacerlo. A partir de entonces todo se desencadena, pero no de una manera tan anárquica como cabría esperar por el ritmo que suelen llevar este tipo de historias, al menos en la primera parte, sino con un ritmo algo más sosegado, y, en cierta manera, intrigante.

No he dejado de tener esa sensación mientras leída de que las cosas no eran lo que parecían. Comienza enfocando los hechos como un simple (quizá no sea el término más acertado, pero permitid que lo utilice) tema doméstico, mientras que esperas el gran giro para que la intriga se encauce a ese carácter de thriller que acompaña a estas lecturas. De ahí que mi percepción mientras leída fuese que la acción discurría a un ritmo algo más lento, no porque vaya lenta la lectura, sino porque ocurren menos cosas, o, al menos, cosas aparentemente menos interesantes. Además, añades a la historia que hay pocos personajes y que todo simula ser demasiado fácil.

Al 60% de la lectura ocurre algo en la novela que sorprende muchísimo, o por lo menos a mí me sorprendió. Aun siendo uno de esos giros que no esperas, no me desubicó tanto debido, yo pienso, a ese ambiente de incredulidad en todo lo que está contando, porque tú, como lector, estás con el ojo avizor para ver por dónde va a salir y qué hay de verdad y de mentira en la historia en sí. Precisamente es todo esto lo que consiguió engancharme: ese sí pero no sobre lo que estaba leyendo

La gente puede pensar que un minuto es una fracción de tiempo casi inapreciable, pero cuando el dolor se enquista dentro, un minuto puede llegar a resultar eterno. Y yo había empezado a apreciarlo
El pragmatismo siempre vence a la suerte, la cruda realidad a los idiotas sin méritos, pero estaba seguro de que aquella victoria me había desgastado por dentro como pocas cosas en mi vida. Supuse que, en cuanto acabara todo, volvería a mi ático para ordenar ideas en compañía de Edward. El problema radicaba en que la mochila a acomodar en mi espalda vital después de eso, iba a resultar mucho más pesada que la que había traído de Madrid a mi llegada a Mondariz.

Creo que es una novela que gira mucho más al género policíaco, alejándose del toque de negra que yo había asociado a este título. El protagonista es un personaje que se encuentra apartado de su trabajo por propia voluntad, está cansado, es capaz de saltarse las normas si lo considera necesario para conseguir lo que necesita, bebe bastante y se nos presenta ya un poco pasado de rosca, aunque no demasiado como para resultar desagradable.

Aunque me ha gustado Lucas como personaje, me ha costado entender algunas de sus llamémoslas reacciones, al igual que le ocurría a él. Lo he visto más como una necesidad de atención que otra cosa; algo a la que se agarra, como si hubiera querido que florecieran sentimientos que él pensaba que estaban muertos.

Si tengo que ponerle alguna pega es que he tardado un poco en entrar en la historia porque todo lo que se forma alrededor del encuentro de Lucas con el doctor Varela y su mujer, Yolanda, a mí me tenía un poco descolocada. Reconozco que no me interesaba mucho, aunque os suene raro que lo diga así, y eso que es esencial para el devenir de la historia y lo que ocurre en la parte final. Esto no quita que me haya gustado, y mucho La suerte de los idiotas. Por otro lado, Lucas se merece más; se merece esa historia anterior y se merece continuar, a la vez que yo abogaría porque sufriera algo más porque no sé si ha sido suficiente. Yo, por lo menos, como lectora, no he sufrido con él ni por él, y mi morbo "lectoril" me lo pedía. Tengo fe en que Lucas pueda seguir investigando, desarrollando su actividad en un campo o en otro, y que nos lleve por caminos interesantes.

Si el personaje de Lucas es el centro de esta novela, la trama en sí, con su desenlace, y su manera de precipitarse todo en la segunda mitad, ha hecho que haya terminado de leerla con muy buenas sensaciones. Creo que Roberto Martínez Guzmán es para mí una sólida y segura apuesta a la hora de elegir lectura. Por ahora, no me han defraudado sus novelas y las recomiendo sin ninguna reserva.




Si te ha gustado, sigue mi blog 




Comentarios

  1. De Roberto Martínez leí tres de sus novelas, que me gustaron. Esta que reseñas la leeré a lo largo del otoño, aunque veo que te costó engancharte a la trama. A ver qué impresiones me causa esta nueva novela de mi paisano. Besos.

    ResponderEliminar
  2. Hola,

    no he leído nada del autor, me has picado la curiosidad así que investigaré un poco a ver si me decido.

    Un beso

    ResponderEliminar
  3. Aunque no pinta mal, por ahora no entra en mis planes de lectura.

    Saludos

    ResponderEliminar
  4. No me termina de llamar mucho, pero muy buen post Carmen!!!! besos

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Unlimited

Entradas populares de este blog

Me olvidé de mí

Piso para dos, de Beth O'Leary

¿A quién teme el diablo?, de Pablo Palazuelo

La solterona, de Jana Westwood #PremioLiterario2018

Sólo mía, de Elizabeth Lowell (Only #2)

El diablo también se enamora, de Eleanor Rigby

Tan cerca del horizonte, de Jessica Koch

El último día de mi vida, de David Orange #PremioLiterario2018

El hombre fetichista, de Mimmi Kass #retoíntimo

El señor de la guerra, de Elizabeth Elliott