Los últimos catorce años, de José Antonio Prades
Los últimos catorce años de la dictadura franquista son los primeros del narrador de esta historia. Su voz entrañable te sumergirá en la vida de los familiares y amigos que influyeron en su crecimiento, entraremos de su mano en habitaciones que quisieron ser iluminadas con un sol de ida y vuelta, lleno de esperanzas que le llevaron al lugar donde no hay tiempo, sino horas… y horas.
Con esta obra en tus manos, estás invitado a sentarte a la mesa de unos personajes que, inconscientes de su relevancia, tejieron el devenir de un país; serás testigo de un documental intrahistórico que te convertirá en acompañante de un testimonio notarial sobre cuarenta años de la historia española; asistirás, desde el propio escenario, a la representación de la realidad social de una época, desde ese barrio pequeño cuyos límites quiere superar el protagonista para conquistar el exterior con la aventura. Vivirás los juegos infantiles, los métodos educativos, las relaciones con los amigos, los avances de la familia... es decir, el despertar paulatino a la liberación con unas condiciones que ya no se van a repetir: la Guerra Civil, los años del racionamiento, la infancia en los años 60, la adolescencia en los 70... épocas irrepetibles que quedaron como únicas y que son imprescindibles.
Acepta la invitación, entra al recuerdo y a la reflexión en estas páginas salpicadas con perlas de un pensamiento lleno de ternura y sensibilidad que aspira a cambiar las cosas.
No hay duda de que soy una privilegiada en lo que a lecturas se refiere, ya que gracias a este pequeño microespacio que administro, en el que únicamente comparto lo que voy leyendo, tengo la suerte de acceder a algunos libros que de otra manera me hubiera pasado desapercibidos. Este es el caso de Los últimos catorce años, de José Antonio Prades, unas memorias autobiográficas que nos llevan a conocer los primeros catorce años del autor.
Un texto narrativamente muy interesante, muy ágil, con capítulos cortos, intercalados con reflexiones del propio escritor sobre pensamientos, sobre la vida, sobre lo que implicó una cosa u otra. Dichas reflexiones son más bien pinceladas de él comunicándose con nosotros, los lectores. Da la sensación de que el autor vomita las palabras que le sugiere lo que acaba de leer, su propia historia, terminando cada pequeña reflexión con una simple palabra que engloba todo lo anterior. Habla del amor, de la educación, del dolor, del pensamiento, de la bondad, del recuerdo, de la pena, de la religión, entre otros. Estos pensamientos convierten el texto en algo muy personal, muy íntimo y muy recomendable. Me he encontrado muy a gusto entre ellos.
Lo primero que llama la atención de esta lectura no es la veracidad de lo que cuenta, algo ya esperado en unas memorias autobiográfias, sino que esté contada en segunda persona; un recurso con el que hasta ahora no me había encontrado y que me ha gustado muchísimo, no solo porque me demuestra que el autor se mueve entre palabras como pez en el agua, sino porque me ha hecho sentir que formaba parte de esos recuerdos, que no parecen recuerdos como tal sino historias pasadas que te cuentan para que sepas. Ha sido como si mantuviera una conversación con mi abuela, mi madre, mi tía... Mientras leía pensaba cómo me gustaría que alguien contase así mi historia, la de los míos. De hecho, he de reconocer que he llegado a imaginármelo.
¿Si os digo que el protagonista de este relato se convierte en el lector al que el narrador le cuenta la historia os sonaría muy raro? Yo he tenido esa sensación; era yo y él, no era mi vida, lógicamente, pero me la estaba contando a mí, con lo que yo la recibía como tal. Ha sido un juego muy estimulante y que me aportaba agilidad y facilitaba el meterse en la lectura. Además, como ya os he dicho, entre capítulos tenemos las palabras directas del autor que se manifiesta a través de sus reflexiones y que le da el carácter ensayista al texto; estas paradas en la historia me devolvían a la realidad llevándome de nuevo al autor y a lo que han sido sus recuerdos; suyos o de otros, pero al fin y al cabo de su vida.
...tus padres siempre fueron trabajadores y ahorradores, al modo y manera de aquella generación que pasó hambre con la guerra o sus consecuencias, la escasez y el racionamiento;
Las primeras aventuras infantiles se clavan en la memoria como gestas de grandes héroes. Teníamos apenas siete años, la edad del uso de razón, y cierta libertad tolerada por nuestros padres.
Al final no deja de ser la historia familiar y personal de unos personajes anónimos, comunes y maravillosos, cuyas vivencias tienen el valor de la realidad y la originalidad de lo sencillo y son tan cercanas como especiales. Es un viaje directo, limpio y rápido a una España trabajadora, la España de los años sesenta y setenta, la España en color sepia, la España de las escasas fotografías, de jugar en la calle, de aprender experimentando, de trabajar y trabajar; una España de la que a mí me llegó un remanente, escaso, pero me llegó (nací en 1979), de ahí que haya disfrutado mucho más con esta lectura.
Es verdad que en la sinopsis que el autor, o la editorial, no sé quién es el responsable, ya habla del porqué de esos últimos catorce años, pero fiel a mi costumbre de no leer las sinopsis, para mí fue una sorpresa llegar hasta allí, e hizo que cobrara sentido el motivo de elegir este período en la vida de su protagonista.
Entendí algo de la guerra cuando me contaron esta historia de mis tíos de Ricla. Hasta entonces ese silencio había salpicado las vivencias, pero mis padres no eran cobardes, sino prudentes, y con sobriedad y distancia empezaron a soltar alguna opinión o prenda, siempre a demanda. Ambos conformados en su condición y destino, sabedores por intuición de su encargo para esta vida me arroparon como mejor aprendieron de su infancia paupérrima y convulsa que conjuraron no repetir nunca más. Irreverencia.
¿A quién recomendaría esta lectura? Al que sepa disfrutar escuchando retales de la existencia de otra persona; al que sepa ver lo maravillosa que es la vida dentro de su normalidad; al lector de narrativa que disfrute con las memorias de alguien con ese punto íntimo y personal que puede alcanzar un texto así; y al lector que aprecie el buen uso del lenguaje como otro valor de lo que está leyendo.
Lo dicho, ha sido un buen descubrimiento. No puedo contar más porque lo importante no es la historia en sí sino lo que todo significa. Gracias al autor por acercarse a mi blog. Tengo la sensación de que te conozco un poco más.
Muchas gracias, Carmen, por tan estupenda reseña. Alabo tu capacidad de percepción porque, de todas las opiniones que he recibido, has encontrado y sentido como lectora las intenciones que iba preparando mientras la escribía. Fueron momentos muy intensos e íntimos, escritos en un estilo muy especial para intentar causar con su lectura lo que has definido perfectamente en estas líneas. Te reitero mi agradecimiento y te animo a seguir con esta labor divulgativa de la literatura.
ResponderEliminarse nota que este libro viene cargado emocionalmente!! Buen post guapa
ResponderEliminarA mi esa etapa de la historia me gusta. Y como dices, la narración en segunda persona, pocas personas se atreven, pero es una forma de atrapar al autor. Al menos a mi me gusta.
ResponderEliminarY si, eres una privilegiada, pero no sólo por el blog :)
B7s
¡Qué razón tienes! Yo también siento a veces que si no fuera por el blog, grandes historias me pasarían desapercibidas. Me llama mucho esta que hoy nos traes por los íntima y cercana que me parece, no solo porque contenga parte de nuestra historia como país sino por la forma en que esta contada y los personajes que describes. La tendré en cuenta.
ResponderEliminarUn besin