Aquellas niñas que reconocimos en fotos, de Raúl Quirós Molina
Tapa blanda: 205 páginas
Editor: Independently published (11 de junio de 2018)
Idioma: Español
ISBN-10: 1980910537
Editor: Independently published (11 de junio de 2018)
Idioma: Español
ISBN-10: 1980910537
Después de dos años cuidando de su madre enferma, Adela ha de enfrentarse a la tarea de rehacer su vida. Para ello se abre un perfil en una página de citas en la que conoce a Honduras, el único hombre que la trata con respeto y cortesía. Al mismo tiempo, conoce a David, novio de Teresa, dueño de varios gimnasios y maltratador, con quien comienza una relación tóxica. Conforme avanza la relación, Adela trata de librarse de David mientras le confiesa todo a Honduras a través de Internet. Pero la persistencia de David va en aumento... Años más tarde, la cantante latina más importante del momento, que superó a las grandes estrellas de principios del siglo XXI como Rihanna o Lady Gaga cuenta su vida antes de morir de cáncer. A lo largo de una historia en primera persona, narra un infierno de maltratos, prostitución y pederastia en su ciudad natal, pero también de complicidad con las mujeres que le rodeaban, compañerismo y el amor, el suave y el terrible. Y cómo llegó a conocer a Adela, la persona que le pudo cambiar la vida...
Aquellas niñas que reconocimos en fotos es la primera novela de Raúl Quirós Molina, escritor y director de teatro conocido por sus obras Flores de España y El pan y la sal. Ha trabajado en varios proyectos por los derechos reproductivos, la erradicación de la violencia contra las mujeres y maternidades diversas. Esta novela fue finalista del Premio Nadal 2018.
Me acerqué a este libro con una idea equivocada. Me había hecho mi composición según el título y la portada. Fue una de esas compras a cero euros que a veces coges de Amazon gracias a la generosidad de su autor. No sé deciros ahora qué me llevó a colarla entre mis lecturas, pero lo hice, y ha merecido la pena; tanto por la historia como por descubrir a un autor a tener en cuenta.
Al comenzar la lectura vemos que todo está escrito desde el punto de vista de Adela, una mujer que acaba de perder a su madre tras una dura convalecencia. Una madre que la misma Adela tacha de mala persona, dura, con mala idea, dañina, tóxica, y que ha hecho de la vida de Adela un sufrimiento consiguiendo que no sea nada. No sabemos la edad que tiene Adela, quizás entre los cuarenta y cincuenta años, aunque podría ser más joven, pero sí somos conscientes de que tiene una vida insulsa, vacía, sin amigos prácticamente, excepto por su amiga Teresa, que es la única con la que tiene relación, aunque una relación en cierta manera distante y en cierta manera cercana, depende del momento en el que nos fijemos. De pronto desaparece su madre, se encuentra sola y eso la desubica, siendo mas consciente de su propia realidad. Esta sería la premisa con la que comenzamos esta lectura.
Creo que todos los comentarios fríos y secos en los que de alguna manera Adela puede hacer referencia dentro de su cabeza a su vida con Angustias, sobre todo a la parte final, tienen un porqué, lo que no significa que nos lo vayan a contar, con lo que la implicación del lector en eso es importante. Se ve reflejado perfectamente ese vacío que hay dentro de Adela, una soledad profunda y una ignorancia total de lo que puede llegar a ser. Es como si ella supiera que no es nadie.
Tenía una cara tan pacífica ahora, tan alejado de la mujer que escupía la comida e insultaba a las asistentas, pensó que tal vez hubiera sido diferente si hubiese muerto rodeada de otros viejos en una residencia y según pensaba esto le pasaba la mano por la cara, dándole las buenas noches para siempre a una mujer que nunca dormía, que nunca se agotaba de ser un demonio, que solo se moría por capítulos y, cada vez que despertaba, era para castigar al mundo.
Al principio la lavaba con mimo; meses después, cuando la ristra de quejas e insultos se fue acumulando, el baño se convirtió en un ritual de carnicería de barrio: levantarle un brazo, enjabonarlo, levantar el otro, «toma la esponja, límpiate ahí abajo», y después enjuagarla, ahogar los ayes y las protestas por la temperatura del agua, secar lo que quedaba de ella con la toalla, «ves qué bien, así estás fresquita», y devolverla a la cama o al sillón frente al televisor, Adela haciendo de madre, Angustias haciendo de hija.
Es curioso porque en ningún momento sabemos cómo es físicamente Adela pero intuimos que es alguien apagado, cetrino, cansado, triste, y puede ser que no sea así aunque sí que transmite eso al leer. En cierta manera, entiendo que cada lector tiene su Adela. Yo me la imagino de 40 años, algo descuidada, seca, callada, pero puede que con cierto atractivo, aunque apagado.
En la narración se usan palabras como mear, vieja, babas... lo que convierte el texto en algo directo, abrupto y, a veces, incómodo. Puede que este sea el motivo por el que no sé decir si Adela me da pena, si la entiendo o si me parece una persona falta de sentimientos quizás por esa carencia afectiva debido a su madre, de cuyo pasado no sabemos nada. No estoy diciendo que me moleste, al contrario, el vocabulario usado en una historia es parte de la ambientación y de la construcción de los lazos con los personajes, y en Aquellas niñas que reconocimos en fotos juega un papel importante.
La miseria también tiene estas cosas, que se presta a esta creatividad malévola (casi siempre éramos niñas las que fantaseábamos con estas historias) aunque la realidad era más triste que aquello: el vicio de los padres se transmitía a sus hijos y el corazón tierno de éstos no resistía ni una primavera enganchados a la droga.
A partir de la mitad del libro, el texto se vuelve mucho más personal. Cambia el narrador, pasando a ser en primera persona y da un giro que mantiene tus sentidos en alerta porque necesitas saber a dónde te va a llevar esta lectura. Aunque esta segunda parte, tan diferente a la primera, tiene un sentido y aporta un atractivo a la lectura, contiene ciertas puntos que me descolocaron, no porque no puedan ser veraces sino porque me costaba entender la motivación del autor para llevar la historia por ese camino, para luego llegar a un punto de reflexión personal (por mi parte) y aceptar lo que el autor me ha querido contar.
No me esperaba para nada el tono y el camino por el que me ha llevado este libro. Es curioso. Habla de encuentros y de cómo la realidad puede verse de una manera o de otra según nuestras experiencias o el lado en el que estemos de la línea telefónica. Creo que muestra algo sin llegar a resolverlo lo que tiene mucha relación con la vida en sí y con la percepción de la vida. Es una novela de carácter intimista en la que el lector es capaz de conocer dos realidades y eso te deja un poco una sensación de pérdida y de decepción. Me ha gustado. No sé por qué, pero me ha gustado. Me llevo mucho de ella. Creo que la parte final me parece mas interesante aunque quizás demasiado realista como para que acabes con una buena sensación.
Allí fue donde vivimos gran parte de nuestra infancia. Aprendimos a amar y a conocer el mundo diablo donde nos había arrojado el cielo, y fue un refugio para una realidad que apretaba hasta ahogarnos.
Me gustaría preguntarle al escritor qué le llevó a escribir esta novela. De dónde sacó esa idea a partir de una mujer en la actualidad, en un país como España, con una realidad más común de lo que parece y una vida apagada. Puedo intuir la motivación porque lo que cuenta y lo que hace relacionar esas dos realidades tiene mucha lógica, pero podría haber una historia detrás de la historia, y eso me tiene intrigada.
Ha sido una novela que me ha mostrado claramente lo efímera que puede ser nuestra realidad y que todo es relativo y que según el cristal por el que miremos veremos una cosa u otra; también es una historia de soledades, de mujeres y de la supervivencia, en su significado más amplio, y de mentiras; mentiras vitales que nos llevan a vivir de una manera a pesar de la verdad que ocultan.
Al comenzar la lectura vemos que todo está escrito desde el punto de vista de Adela, una mujer que acaba de perder a su madre tras una dura convalecencia. Una madre que la misma Adela tacha de mala persona, dura, con mala idea, dañina, tóxica, y que ha hecho de la vida de Adela un sufrimiento consiguiendo que no sea nada. No sabemos la edad que tiene Adela, quizás entre los cuarenta y cincuenta años, aunque podría ser más joven, pero sí somos conscientes de que tiene una vida insulsa, vacía, sin amigos prácticamente, excepto por su amiga Teresa, que es la única con la que tiene relación, aunque una relación en cierta manera distante y en cierta manera cercana, depende del momento en el que nos fijemos. De pronto desaparece su madre, se encuentra sola y eso la desubica, siendo mas consciente de su propia realidad. Esta sería la premisa con la que comenzamos esta lectura.
Creo que todos los comentarios fríos y secos en los que de alguna manera Adela puede hacer referencia dentro de su cabeza a su vida con Angustias, sobre todo a la parte final, tienen un porqué, lo que no significa que nos lo vayan a contar, con lo que la implicación del lector en eso es importante. Se ve reflejado perfectamente ese vacío que hay dentro de Adela, una soledad profunda y una ignorancia total de lo que puede llegar a ser. Es como si ella supiera que no es nadie.
Tenía una cara tan pacífica ahora, tan alejado de la mujer que escupía la comida e insultaba a las asistentas, pensó que tal vez hubiera sido diferente si hubiese muerto rodeada de otros viejos en una residencia y según pensaba esto le pasaba la mano por la cara, dándole las buenas noches para siempre a una mujer que nunca dormía, que nunca se agotaba de ser un demonio, que solo se moría por capítulos y, cada vez que despertaba, era para castigar al mundo.
Al principio la lavaba con mimo; meses después, cuando la ristra de quejas e insultos se fue acumulando, el baño se convirtió en un ritual de carnicería de barrio: levantarle un brazo, enjabonarlo, levantar el otro, «toma la esponja, límpiate ahí abajo», y después enjuagarla, ahogar los ayes y las protestas por la temperatura del agua, secar lo que quedaba de ella con la toalla, «ves qué bien, así estás fresquita», y devolverla a la cama o al sillón frente al televisor, Adela haciendo de madre, Angustias haciendo de hija.
Es curioso porque en ningún momento sabemos cómo es físicamente Adela pero intuimos que es alguien apagado, cetrino, cansado, triste, y puede ser que no sea así aunque sí que transmite eso al leer. En cierta manera, entiendo que cada lector tiene su Adela. Yo me la imagino de 40 años, algo descuidada, seca, callada, pero puede que con cierto atractivo, aunque apagado.
En la narración se usan palabras como mear, vieja, babas... lo que convierte el texto en algo directo, abrupto y, a veces, incómodo. Puede que este sea el motivo por el que no sé decir si Adela me da pena, si la entiendo o si me parece una persona falta de sentimientos quizás por esa carencia afectiva debido a su madre, de cuyo pasado no sabemos nada. No estoy diciendo que me moleste, al contrario, el vocabulario usado en una historia es parte de la ambientación y de la construcción de los lazos con los personajes, y en Aquellas niñas que reconocimos en fotos juega un papel importante.
En la narración se usan palabras como mear, vieja, babas... lo que convierte el texto en algo directo, abrupto y, a veces, incómodo. Puede que este sea el motivo por el que no sé decir si Adela me da pena, si la entiendo o si me parece una persona falta de sentimientos quizás por esa carencia afectiva debido a su madre, de cuyo pasado no sabemos nada. No estoy diciendo que me moleste, al contrario, el vocabulario usado en una historia es parte de la ambientación y de la construcción de los lazos con los personajes, y en Aquellas niñas que reconocimos en fotos juega un papel importante.
La miseria también tiene estas cosas, que se presta a esta creatividad malévola (casi siempre éramos niñas las que fantaseábamos con estas historias) aunque la realidad era más triste que aquello: el vicio de los padres se transmitía a sus hijos y el corazón tierno de éstos no resistía ni una primavera enganchados a la droga.
A partir de la mitad del libro, el texto se vuelve mucho más personal. Cambia el narrador, pasando a ser en primera persona y da un giro que mantiene tus sentidos en alerta porque necesitas saber a dónde te va a llevar esta lectura. Aunque esta segunda parte, tan diferente a la primera, tiene un sentido y aporta un atractivo a la lectura, contiene ciertas puntos que me descolocaron, no porque no puedan ser veraces sino porque me costaba entender la motivación del autor para llevar la historia por ese camino, para luego llegar a un punto de reflexión personal (por mi parte) y aceptar lo que el autor me ha querido contar.
No me esperaba para nada el tono y el camino por el que me ha llevado este libro. Es curioso. Habla de encuentros y de cómo la realidad puede verse de una manera o de otra según nuestras experiencias o el lado en el que estemos de la línea telefónica. Creo que muestra algo sin llegar a resolverlo lo que tiene mucha relación con la vida en sí y con la percepción de la vida. Es una novela de carácter intimista en la que el lector es capaz de conocer dos realidades y eso te deja un poco una sensación de pérdida y de decepción. Me ha gustado. No sé por qué, pero me ha gustado. Me llevo mucho de ella. Creo que la parte final me parece mas interesante aunque quizás demasiado realista como para que acabes con una buena sensación.
Allí fue donde vivimos gran parte de nuestra infancia. Aprendimos a amar y a conocer el mundo diablo donde nos había arrojado el cielo, y fue un refugio para una realidad que apretaba hasta ahogarnos.
Me gustaría preguntarle al escritor qué le llevó a escribir esta novela. De dónde sacó esa idea a partir de una mujer en la actualidad, en un país como España, con una realidad más común de lo que parece y una vida apagada. Puedo intuir la motivación porque lo que cuenta y lo que hace relacionar esas dos realidades tiene mucha lógica, pero podría haber una historia detrás de la historia, y eso me tiene intrigada.
Ha sido una novela que me ha mostrado claramente lo efímera que puede ser nuestra realidad y que todo es relativo y que según el cristal por el que miremos veremos una cosa u otra; también es una historia de soledades, de mujeres y de la supervivencia, en su significado más amplio, y de mentiras; mentiras vitales que nos llevan a vivir de una manera a pesar de la verdad que ocultan.
Ha sido una novela que me ha mostrado claramente lo efímera que puede ser nuestra realidad y que todo es relativo y que según el cristal por el que miremos veremos una cosa u otra; también es una historia de soledades, de mujeres y de la supervivencia, en su significado más amplio, y de mentiras; mentiras vitales que nos llevan a vivir de una manera a pesar de la verdad que ocultan.
¡Hola! Me alegro de que te haya gustado tanto el libro, pero creo que no es para mi. Gracias por la reseña.
ResponderEliminarun beso
Pues no te creas... yo sí creo que te gustaría... tiene un toque de intriga con algo de negra que puede que te sorprenda
EliminarUn beso
Tiene pinta de ser una historia dura, pero a la vez muy interesante!! muy buen post guapa
ResponderEliminarNo es tan dura como parece, aunque sé a qué te refieres
EliminarUn beso y gracias por comentar