El artilugio regio o la conspiración de las pollas, de Paco F. Moriñigo
En vísperas de su cuarta boda. La necesidad de descendencia del rey Fernando VII, cuyo descomunal miembro había dificultado un fructífero acoplamiento con las tres esposas anteriores, empuja al físico de Palacio y a la hermana de la futura reina María Cristina de Borbón dos Sicilias a idear un ingenioso aparato de ayuda y conducción de la “real polla”. El nuncio del Papa y el embajador de Francia dan soporte a las maniobras secretas para la confección del “artilugio” con el callado propósito de condicionar la política futura de España a los intereses de sus respectivos países. Inglaterra, que tampoco quiere quedarse al margen, envía a lady Fricandough, joven viuda de un oficial inglés herido en Trafalgar y agente del Foreign Office, quien accede al conocimiento del proyecto gracias a la relación sentimental que entabla con el almirante Herrera de Maldonado, un viejo marino español del que llega a enamorarse y a compartir sus desesperado patriotismo.
Demasiada información nos aporta el argumento que acompaña a El artilugio regio, la nueva novela de Paco F. Moriñigo, supongo que motivado por las ganas de abrir la curiosidad del lector, bien sea un lector que nade cómodamente en aguas de novela histórica o bien uno que busque la comedia narrativa como entretenimiento. En ambos casos, cumple con su propósito. No obstante, tras haber terminado mi lectura, sí que percibo que comparte más datos de los necesarios para adentrarse en este nuevo libro. No necesitas conocer tanto sobre la trama para tener ganas de leerlo; tengo la sensación de que con el primer capítulo es más que suficiente. Os desafío a ello y luego me lo contáis.
Descubrí a Paco F. Moriñigo con su libro La isla del Sena hace ya unos años; una novela de corte muy diferente en lo que a construcción narrativa se refiere, que también jugaba con desdibujar la línea entre la ficción y la historia para que dejar al lector la decisión de descubrir qué parte es «más real» y qué parte «menos». Definitivamente, El artilugio regio o la conspiración de las pollas (no puedo resistirme a utilizar el título completo; ¡me encanta!) me ha gustado muchísimo más. Me ha parecido un trabajo muy bien ejecutado y muy bien terminado, con una historia que apetece leer porque divierte y entretiene a la vez que abre el apetito a querer saber más sobre lo que se cuenta y sobre los personaje (reales) que participan en esta función.
La historia está escrita a modo de sátira clásica, con un texto inteligente en construcción y vocabulario, el cual, para mí, se convierte en parte de la misma trama, ya que ambienta tanto o más que lo que leemos. De esta forma, el autor consigue que no solo disfrutemos de lo que nos está contando, sino que sintamos que estamos en ese momento y tiempo, aunque con la distancia y la supremacía del que ya conoce lo que ocurrió, porque lo que «escuchamos» y «vemos» está en consonancia con lo que leemos. Vamos, una clara muestra de la magia que un buen uso del lenguaje puede conseguir.Los engaños, enredos y marañas que hubo que tejer entre todos consolidaron una amistad que los ingleses llamarían inquebrantable y que aquí decimos de pura conveniencia.
Cada capítulo en el que se divide esta novela (once en total, más un epílogo) parece un acto de una obra teatral, con sus propias escenas o subdivisiones. Son capítulos muy cortos, directos, sin añadidos de relleno ni subtramas que desvíen nuestra atención. En ellos, ocurre algo muy concreto que va añadiendo información a la trama construida alrededor de cada uno de los personajes y alrededor de ese «artilugio» y lo que se busca con él. Es casi como la ejecución de una escena que trascurre en su mayoría frente a nosotros, donde los diálogos y el movimiento de los personajes sobre ese escenario son fundamentales. Así he leído yo este libro.—Nada ha insinuado, Francesco, que yo no supiera. Luisa Carlota es fruto de un cruce de sangres que no facilita la adecuada oxigenación del cerebro, —el anciano sonreía con pillería—, e “interesante” es una palabra de la jerga diplomática que le enseñaron en el Vaticano, ¿me equivoco?
El uso adecuado de palabras con mucho peso semántico hace que la experiencia de leer esta historia me haya resultado más enriquecedora. De la mano de un texto cargado de ironía y muy inteligente (esto creo que ya lo he dicho antes), me he imaginado en ese Madrid, y su corte, de principios del siglo XIX, con todos sus ardides políticos, en los que la descendencia, o la ausencia de ella, del rey Fernando VII y su próxima cuarta boda eran principal preocupación de españoles, franceses, ingleses y Roma, ya que un tema tan aparentemente zafio, como el tamaño de su miembro (o la macrosomía del Rey), dificultaba vislumbrar cuál iba a ser el futuro de la monarquía, y, por ende, quién se iba a beneficiar más de ello.
—En efecto, ésta es una cuestión primordial, querida, —el embajador aprovechaba para mostrarse zalamero con su esposa: sabía que la paz doméstica valía lo que cien victorias diplomáticas—. Porque en esta corte todos maquinan, desde el infante don Carlos, el hermano del rey, hasta el barbero Moscoso, sacamuelas de oficio además de profundo ideólogo de la camarilla de don Fernando.
Así que con todo esto que os cuento, ya podéis decir si os apetece leer El artilugio regio o no, y si os intriga cómo pueden aparecer en una misma historia y tener sentido la hermana de la futura reina y madre de Isabel II, Godoy, la Maja desnuda, el nuncio del Papa, un embajador francés, un embajador inglés, una viuda de un héroe de la batalla de Waterloo, un comandante español, unas monjas, un artesano francés, la estela de Napoleón, los Borbones, y otros más.
#LaMagiaDeLaLectura#ReseñasSancho#EspañaYSuHistoria#LaPollaQueCambióLaHistoriaDeEspaña#ArdidesPolíticos
Los engaños, enredos y marañas que hubo que tejer entre todos consolidaron una amistad que los ingleses llamarían inquebrantable y que aquí decimos de pura conveniencia.
—Nada ha insinuado, Francesco, que yo no supiera. Luisa Carlota es fruto de un cruce de sangres que no facilita la adecuada oxigenación del cerebro, —el anciano sonreía con pillería—, e “interesante” es una palabra de la jerga diplomática que le enseñaron en el Vaticano, ¿me equivoco?
—En efecto, ésta es una cuestión primordial, querida, —el embajador aprovechaba para mostrarse zalamero con su esposa: sabía que la paz doméstica valía lo que cien victorias diplomáticas—. Porque en esta corte todos maquinan, desde el infante don Carlos, el hermano del rey, hasta el barbero Moscoso, sacamuelas de oficio además de profundo ideólogo de la camarilla de don Fernando.
Pues sí que parece interesante y entran ganas de leerlo. Tomo nota. Y sí, el título completo es muy bueno. No sabía yo esa característica de Fernando VII.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Rosa
EliminarGracias por pasarte por aquí
Yo tampoco conocía su "macroproblema", pero está bien documentado en los anales históricos. Eso sí, el "remedio" fue algo distinto 😅😅
Un abrazo
No puedo estar más de acuerdo sobre la valoración del spoiler
ResponderEliminar¿Solo sobre eso?
EliminarEspero que hayas pasado del primer párrafo; más que nada por no herir mi maltrecho orgullo lector 😜😜
Te he leído con satisfacción y agradezco tus opiniones. Me parece que has pasado un rato entretenido con "El artilugio regio o la conspiración de las pollas" lo que en definitiva ha sido siempre mi deseo tanto en el manejo de la trama, como en la elección del estilo.
ResponderEliminarMuchas gracias.
El título es buenísimo. De ese "problemita" de Fernando VII algo sabía. Me has dejado con curiosidad por esta novela, que no sólo enseña sino que además se ve muy entretenida. Tomo buena nota.
ResponderEliminarBesotes!!!