Crónicas de una mujer en Asia, de Paloma Lafuente Gómez


No es una crónica de viajes. Tampoco es un relato de aventuras. Este libro no trata de la pobreza ni de las mujeres atrapadas en ella.

Es la sinergia de todo ello; es una rendija por donde la autora nos invita a asomarnos para sorprendernos de la cotidianidad en otras culturas, de las costumbres y condiciones socioeconómicas y ambientales apelmazadas en el crisol de la desigualdad.

Con gran sensibilidad y un conmovedor uso de la descripción que nos permite ver, tocar, oír, oler y saborear lo soez y lo sublime, los relatos que aguardan en estas páginas nos acercan a las maravillas y las miserias que conviven en nuestro mundo; resaltan las diferencias entre Oriente y Occidente (especialmente para las mujeres) y muestran el brillo y la opacidad de las esperanzas.

Un encuentro con «el otro» a través de la convivencia en India, Nepal, Vietnam y Camboya

Del largo listado disponible para los ávidos lectores de la red Babelio, no sé qué me hizo señalar este libro entre otros. Supongo que buscaba la visión de «una mujer en Asia», buscaba sus palabras contándome sus vivencias durante su estancia en esos países. Últimamente, me llama leer no ficción, bien sean autobiografías como pequeños ensayos o fragmentos de historias reales. Desde hace meses, las historias «inventadas» no consiguen atraparme, y eso que lo intento una y otra vez con diferentes novelas, de diferentes géneros.

Crónicas de una mujer en Asia es justo lo que su título presenta: textos, íntimos y personales, cuyo peso de la narración se centra en la experiencia de la autora, a través de su mirada y sus sensaciones, y todo a modo de crónica de viaje.

Todo ser humano que nos cruzamos por la vida tiene algo que enseñarnos y se convierte en muchas ocasiones en nuestro propio espejo. Nos hace ver y ser conscientes de quiénes somos o éramos, qué temas nos quedan aún por resolver, qué añoramos, qué buscamos y hacia dónde vamos o qué nos molesta y saca de quicio. Si somos capaces de observarlo detenidamente, nos daremos cuenta de que somos nosotros mismos. El otro, soy yo.

El libro se divide en cada uno de los países de los que nos habla Paloma Lafuente: La India, Nepal, Vietnam y Camboya. Con esta lectura, el lector se acerca a una parte, la que ha querido contarnos la autora, de lo que ella vio y sintió allí mientras se permitía el lujo, entre sus tiempos de trabajo para una ONG, de viajar por la ciudad buscando mimetizarse con su gente, sus calles, sus olores, sus colores y sus sabores, siempre teniendo a las personas como principal meta de su búsqueda.

Mis ojos se posan en las letras pintadas sobre calamina de la parte lateral de un restaurante: We can survive without any kind of religion. We cannot survive without human affection

Uno de los mayores baluartes que me he encontrado mientras leía este libro es la facilidad de transmitir que he notado en sus páginas. Sin ser textos extensos ni complicados, los he encontrado llenos de descripciones justas y acertadas que han conseguido llevarme de la mano de la autora por esas calles o caminos; he subido a esos autobuses en Nepal, he observado el Ganges, he buscado la visión del Himalaya, he descubierto Vietnam y he sufrido en Camboya.

Al contrario que otras culturas y contextos asiáticos donde los hombres y mujeres bajan la cabeza por respeto e incluso timidez, en India tienen la valentía de mirarte profundamente a la cara y penetrada en tus ojos

En mi cabeza, he hecho una composición completa de lo que pudo (fue) el contacto con cada una de las personas que Paloma decide incluir en estas crónicas, a pesar de que solo se les nombre en un párrafo o en dos. Creo que esto es algo que no me esperaba al comenzar a leer este pequeño, pero no por ello menos interesante, libro. El texto nos cuenta mucho más de lo que está escrito.

En ocasiones pensamos que nuestras acciones no son suficientes, relevantes o importantes para nadie, pero no es cierto. Siempre hay alguien a quien le llega el impacto de tu acción, quien se alimenta de alguna palabra tuya, de alguna sonrisa que le hayas regalado o del tiempo que le hayas dedicado. Además, aunque parezca insignificante y que no podemos cambiar nada, todo empieza por nosotros. Si cambias, todo a tu alrededor cambiará. Pero no esperes a que otros lo hagan, el cambio y la transformación empieza en ti

Ahora me falta preguntarme qué ha motivado a la autora a compartir esta especie de diario, sin serlo, de su paso por esos países del Asia. Es verdad que podríamos esperar que hablase más de las mujeres allí, pero no es en lo que ella se centra. Busca el contacto con la población de los lugares que va visitando o en los que vive. Nos habla de sus vidas, reales y difíciles, aunque no por eso menores. Se acerca, aunque sea a través de una pequeña conversación, a la gente de cada uno de los cuatro países de los que habla en este libro.

Hay tanta belleza en el rostro de las mujeres indias, tanto por descubrir en ellas, que congelaría ese instante únicamente por quedarme ahí a su lado, como una eterna nana de amor.

No busques una declaración de intenciones sobre la injusticia del mundo, aunque puede que en Camboya sí que esté más patente, sino simplemente una visión, a veces positiva, a veces fiel, a veces ingenua, a veces desafiante y a veces esperanzadora, de cada uno de estos países que de una manera u otra tienen un porcentaje muy alto de pobreza, enfermedad e injusticia.

Paloma, has abierto mi curiosidad por muchos temas. Gracias


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